Cuando apagas las luz, cuando tu mano se acerca al interruptor, suena un clic y todo queda a oscuras, lentamente tus ojos se acostumbran y gracias a la magia de tus pupilas todo vuelve a tener sentido o no.
La luz está apagada y estas solo sin estarlo, nunca te has quejado de esa sensación, de ese estado de soledad pero últimamente, desde hace un tiempo el invierno se ha hecho más crudo y tu... y tu más innecesario, sutil como una brisa que envuelve una hoja de papel en blanco sin osar desplazarla de la mesa donde reposa,
Sin más, haces las maletas dentro de tu cabeza, escribes la nota de despedida en tu mente haciendo una bola de pensamientos tirandola al olvido porque simplemente sabes que nadie te echará de menos.
Te sientes roto, pero tus pedazos son ajenos a la lisa textura de lo nuevo desde hace muchas campanadas, comprendes que esto no es de ahora precisamente, tus pies sangran mientras que los pedazos rechinan y se clavan en tus pies como si de porcelana se tratase, siempre se olvida barrer concienzudamente tras los golpes recibidos.
Nuestros ojos son capaces de ver bajo diferentes situaciones lumínicas con una capacidad asombrosa. Esta capacidad de los ojos funciona gracias a la activación de la pupila, de las células de la retina y de la rodopsina, un pigmento sensible a la luz.
Pero... y nuestros sentimientos, nuestra percepción?
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