EL SEMINARISTA
Puebla, es una hermosa ciudad con un clima agradable.
Mi amigo, era mi vecino, muy piadoso, acetajotamero, de padres españoles y muy ricos. Estudiaba en un colegio Jesuita “Las Américas”. Yo, en cambio de clase media baja estudiaba en una escuela oficial.
Sin embargo, fuimos en la época preparatoriana muy amigos, nos encantaba hablar de la mal entendida filosofía, él, desde luego de la aristotélica tomista y yo de Sartre y de Marx. Como ustedes ya se imaginan nunca nos pusimos de acuerdo. Horas felices de la adolescencia.
Un día, al graduarnos de la prepa me contó que sus padres lo mandaban a España a estudiar en un seminario, pues quería dedicarle su vida al Señor.
Después de un tiempo lo volví a ver, me platicó que en el seminario un sacerdote de los neo-platónicos en una conferencia lo impresionó.
—¿Por qué? —le cuestioné.
—Nos dijo: “el pasado, ya fue, el futuro no se sabe, y lo único real es la vida, hay que vivirla”. Eso me cambió por completo.
—¿Eres Sacerdote?
—¿Cómo crees? —Y me presentó a la mujer más hermosa que he visto: sueca, alta, esbelta, rubia, un sueño de mujer.
—Nos vemos —me dijo— hay que vivir la vida,
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