En la ciudad de Capekonia no se fabrican robots. No está permitida la importación, venta, ni el ingreso de ninguno. Su población está conformada, en su mayoría, por personas venidas a menos de otras ciudades, que tuvieron algún trauma o mala experiencia con androides, robots o artefactos eléctricos. El resto de los habitantes simplemente no simpatiza con máquinas inteligentes o son solidarios.
Cuando un turista llega, se le pregunta formalmente si no es un robot. Luego, que si quiere someterse a las pruebas para demostrarlo. En caso de negarse, se le obliga.
La primera parte del examen consiste en resolver un test visual: Encontrar y marcar los recuadros que contengan coches, semáforos y tomas de agua. Los robots no los reconocen, porque los objetos representados en estas imágenes ya no existen y no tienen ninguna utilidad en el mundo actual. Los humanos sí saben de qué se trata, porque las leyendas de la Tierra los mencionan y, por inconsciente colectivo, los imaginan de esa forma.
Sin embargo, existen casos de robots que aciertan por casualidad usando un complejo algoritmo de probabilidades. También existen muchos casos de humanos torpes que no logran resolver bien ninguno. Para ellos está disponible una segunda parte de la prueba, que no vale la pena mencionar aquí por tratarse de una tontería.
Hoffmonia, la ciudad vecina, es conocida por tener sólo dos caminos: Uno conduce al Gran Desierto y el otro a Capekonia. Era muy similar a ésta en los años de fundación, pero hace ya una década que los robots consiguieron infiltrarse. Desde entonces, a los humanos, desde pequeños, se les enseña a diferenciarlos, clasificarlos y la forma correcta de relacionarse con ellos.
A pesar de esta educación, en ocasiones sucede que un ciudadano duda y se cuestiona si acaso él mismo no será un robot. Hasta ahí, no hay ningún problema; pero si comparte la pregunta existencial con otra persona, es común que sea acusado ante el Concejo de Jóvenes Imberbes (CJI), quienes por lo general, luego de una reunión formal, sentencian enviar al acusado a Capekonia para que se someta a las pruebas y así comprobar si su naturaleza es humana o robótica. Sus seres queridos lo despiden entre lágrimas, luego de haber apelado al Concejo.
El dato curioso es que la mayoría de los desterrados nunca llega a Capekonia. Desaparecen: Toman el camino del desierto y nunca se les vuelve a ver. Esa decisión de extraviarse tal vez sea la mejor prueba de su humanidad, opinan algunos. Otros, generalmente los familiares, sostienen que lo más probable es que se haya tratado de un robot cobarde.
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