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PREDESTINADO
Un rayo de solo se filtra por la ventana entre la rendija de las cortinas del dormitorio y da de lleno en el rostro de David, que despierta y hace un esfuerzo por incorporarse de la cama y situarse en la realidad. Son casi las diez de la mañana. ¡Oh el trabajo!, no fue a trabajar, de un salto se levanta y corre al baño y es ahí cuando cae en la cuenta de que es sábado, no trabaja los sábados así que se relaja.
Claudia duerme aún, con su castaño cabello liso sobre el rostro.
David se mueve despacio para no despertarla, va a la cocina, pone agua en el hervidor y abre el refrigerador en busca de jugo, pero no queda, tampoco yogurt ni frutas. Va al baño y se lava el rostro y los dientes y se pone una bata de levantarse. Decide ir al boliche de la esquina a comprar los alimentos para el desayuno.
El recuerdo de su padre le viene a la mente, un padre que no conoció sino hasta los 10 o doce años y a través de una foto de carné, única imagen existente de un padre muerto un mes antes de él naciera, Lo idealiza, lo imagina los fines de semana compartiendo el desayuno con sus propios hijos.
Sale a la calle en bata, es una muy fría mañana y ensimismado en su imaginación creando situaciones y vivencias cruza la calle de manera desprevenida sin fijarse en la camioneta gris que no alcanza a frenar producto de la escarcha del pavimento. El golpe fue violento, lo lanzó como a cinco metros hacia adelante, una pantufla callo en el pick up de la camioneta la otra calza aún el pie izquierdo de David.
No hay dolor, no hay frío, lo depositan en una camilla, le colocan un cuello ortopédico para impedir que mueva la cabeza. Alguien le toma el pulso, hay gente alrededor y el sol alto en el cielo no es capaz de entibiar el día. Se sume en un sueño profundo ya no hay voces, de pronto está en la línea férrea con otros niños, recogen piedras con restos metálicos que brillan, juegan a que son piedras de oro y plata, recogen moras tiñéndose las manos con el jugo de las maduras frutas.
Un ulular de sirenas, ruidos y voces que vuelven. Pulso bajo y sangra de un oído, temperatura corporal dos grados bajo los treinta y siete, doctor.
Bien, abríguenlo y detengan el sangrado.
Pan, leche, frutas, yogurt…hay que hacer desayuno
Su padre, Claudia dormida, pavimento frío, un frenar inconcluso, imágenes fugaces pasan por la mente de David, vuelve la calma.
Está en su cama y atravesando la pared aparece la figura de un hombre de mediana estatura, pelo negro y bigote fino, lo mira le sonríe y le estira la su mano. ¿Papá, papá que haces aquí?
Bueno, tenía que conocerte.

Texto agregado el 06-01-2021, y leído por 109 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
09-01-2021 Un relato excelente que en un principio imaginas el final al que llegaste;pero tus palabras hacen tener la esperanza de no llegar a este final,así se cumpla el deseo de su vida***** Me gusta mucho tu decir. Un abrazo Victoria 6236013
07-01-2021 Confieso que mientras leía creí imaginar el final...pero tu pluma rompió mis esquemas. ¡¡MUY BUENO!! Shalom colega de la pluma Abunayelma
07-01-2021 Trágico y a la vez feliz final. Me gusta. HermanoProximo
07-01-2021 Un vertiginoso viaje hacia otra vida. Me gustó tu relato. Saludos, sheisan
 
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