No hay tranquilidad en este momento. Todo es concentración; mantener el foco en lo que puede suceder en los siguientes minutos.

El ritual nocturno siempre es el mismo: apagar el televisor, pasar por el baño, lavarse los dientes e ir a mi escritorio a esperar que no suceda nada extraño antes de escuchar un "buenas noches" o el simple portazo como señal de buenas noches.

Son minutos intensos a veces, en donde mi mente no logra mantener ningún pensamiento por más de unos segundos sin tener que desviar mi mirada hacia la puerta, o focalizar la atención de mis oídos en aquellos pasos rastreros que van avanzando de un lugar a otro, mientras van sonando cajones, ventanas, y cualquier otro artilugio de la casa.

Es una alerta constante, ni tan intensa ni tan tenue, comparable con un goteo de una llave abierta, que puedes ver pero no puedes escuchar. Y hago esta analogía, porque si quisiera "cerrar los ojos" podría ignorar aquel detalle que me quita la paz interna, pero de todas maneras mi mente me seguirá diciendo, que aquél detalle sigue allí, por quizás cuanto tiempo más.