QUERIDO DIARIO;
Esta historia es sólo para mi uso personal, nadie debe leerla pues me comprometería. Entonces, para qué la escribo: sencillo, me gusta la presunción.
Mi familia era pequeña: mis padres, yo, como único hijo y el hermano de mi padre, médico, abortero, transa, usurero, mujeriego, riquísimo, sin hijos y viudo en tres ocasiones. Las difuntas, todas jóvenes, fallecieron del corazón. Las malas lenguas (médicos entre ellos) decían que el facultativo les dio su agüita. Desde luego, las tres fueron cremadas de inmediato, ¡vaya usted a saber!
Cuando yo fui pequeño, mi papá cultivaba un pequeño huerto, me ponía a quitar las plantas malas de las buena (deshijar se llama), algo que odiaba, pero lo que son las cosas, después me fue muy útil. Yo, por güevón, destripe en el quinto semestre de la carrera de medicina, mi tío, disque, para ayudarme me tomó de ayudante (la verdad: de gato, bueno para todo). Con un estipendio miserable y su ropa vieja que mi madre me arreglaba, pues temía que vestir elegante.
Así las cosas, vino la pandemia de COVID-19, que se llevó a mis padres e hizo más rico al tío. Las buenas ideas aparecen de repente, en la biblioteca de la escuela de medicina al revisar el libro de venenos, descubrí una mezcla, sus componentes fáciles de conseguir, que es incolora, insípida y fácil de disolver y a pequeñas dosis manda a cualquier semejante, sea cristiano o no, al valle que les conté. No escribo cual es la mezcla, por las dudas: no dar ideas a cualquier cabrón que no sea yo.
Mi tío acostumbraba tomar un güisqi con soda en las tardes, así aproveché, cuando no me miraba, agregarle a su bebida la famosa mezcla. Al ingerir, el doctor, su copa, no pasó al principio nada, yo me desesperé y me dije: “como siempre, fracasaste grandísimo pendejo”, pero, mi buena suerte no estaba ausente. Se acostó a dormir muy tranquilo, pero, ya no despertó. La criada que llegaba en las mañanas, se llevó el susto de su vida, al ver tieso a su patrón.
El funeral fue a lo grande, como se merecía el célebre galeno. Declaré el intestado, al ser el único pariente y mientras se resolvía éste, viví del abundante dinero que mi deudo tenía en su elegante escritorio, que abrí con las propias llaves del finado.
Ahora, después de mi primer éxito, me dedico a deshijar gente. Y aunque no creo en divinidades, aprovecho los consejos morales de los curas, pero, a mi modo:
1. No a los niños.
2. No a personas amables, honestas y de buen carácter.
3. A todos, hombres o mujeres, que no reúnan el requisito 2.
4. Precios accesibles
5. Y soy como los caballeros con las damas, no tengo memoria.
6. No discrimino.
Uso la mercadotecnia, me pueden emplear con facilidad y lo más importante, soy muy amable. Me sorprende cuanta clientela tengo. Tengo buen corazón: se van a la dimensión desconocida sin sufrir.
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