Un crujir en lo ya congelado rompería el silencio de la blanca mañana, así como el rayo de sol reflejándose enceguecía al caminante. Y regresas del letargo saliendo de la intimidad de pensamientos, del ensimismamiento, del aislamiento tibio. Hacen falta únicamente unas pisadas para reconocer que no estás solo, que ese sonido forma parte del latido del día... Y la nieve vuelve a abstraerte regresando a la ausencia. La nívea imagen te estimula, engañósamente crees que simboliza un final por eso surte ese hechizo en todos. No es un final, no es la muerte de las hojas, danzan haciendo piruetas en el acto para su evolución. El suelo se cubre, el frío permite que la vida permanezca a flor de tierra, oculta a centímetros de las plantas de los pies conservándose para el verano. Sin darte cuenta la mirada bajó al ras al seguir el horizonte obligándose así mismo a elevarse, miras en alto y respiras, el pecho henchido, orgulloso. La nieve, el hielo, ese estremecedor escalofrío es tuyo cuando llenas los pulmones.
Es vida, es esperanza, esa es la fascinación por la nieve. Es confiar, como en el diario amanecer, es la maravilla latente del ciclo de la vida. |