A Anita le escuecen los ojos de tanto llorar y la ansiedad le escuece aún con más picor. Regresa del trabajo y la cocina está empantanada, de comida hay lo que sabe hacer su padre, un arroz soso con un pescado que no se presta al arroz. Su pareja está lejos y el niño pequeño la reclama constantemente. Su madre está en una silla de ruedas.
Su prima Roberta acude a pasear al niño algunas veces y Anita se lo agradece de corazón, la quiere ya de antes.

-Jajajaja- le dice un día Roberta a Sandra, una tía común, por parte de sus padres.- Voy a casa de Anita realmente a ver si tienen la casa limpia.
Tía Sandra se lo cuenta a Anita.

-No sé por qué no contestas mis llamadas- le reprocha Roberta a su prima.
-Tenemos una conversación pendiente- responde Anita.

Esa conversación tarda en llegar.

Llega la Navidad y la hermana de Roberta felicita a Anita, de modo que ésta se acuerda de aquélla. La va a felicitar, es el momento de romper el enfado.
Había hallado en internet un Santa Claus con una jeringuilla para matar el virus. Muy gracioso sin duda, pero así, de recibo, esa aguja afilada da tiricia. Se lo envía con mensaje:
Que te duela el pinchazo! Y dicho esto, te perdono, que es Navidad. Van añadidos emoticonos de carita con risas.

Aún la retorcida Roberta no ha contestado nada. Mutis. Puede ser que esté reflexionando mientras se toma el té.