Los zapatos que calzaba eran chinos, mejor eran los colombianos, aún así compraba calzado chino. El pantalón también era chino, no sé explicaba ni por qué compraba productos chinos. La camisa era un verdadero adefesio, en Colombia confeccionaban camisas muy bonitas y sobre medidas. El sombrero también era chino, por la calle diecisiete vendían unos sombreros bonitos y de buena calidad, pero su obsesión por lo chino lo llevaba a comprar baratijas que luego arrojaba con desprecio a la basura. Un día le dio por mirarse en el espejo que a propósito también era chino. Con dolor comprendió que había perdido su identidad, se había empequeñecido, sus ojos ya no eran grandes sino chiquitos y rasgados. Sin pensarlo dos veces le disparó al espejo y las balas siguieron derecho por el espejo, tan sólo dejaron tres agujeros negros de los cuales empezó a brotar agua. Angustiado ante aquella circunstancia corrió hacia la puerta de la calle, intentó abrirla, pero no pudo. Le disparó tres veces y en lugar de romperla, solo consiguió hacerle tres agujeros negros, de los cuales empezó a brotar agua. Su casa se inundó por completo y cuando iba a morir ahogado le dio por despertarse, pero de nada le sirvió porque uno de los agujeros negros del espejo lo atrajo y aún no lo ha devuelto.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
@