| Entre tú y yo siete tristezas se sorprenden (Alma marina, curiosidad de palabras,
 pasos recientes, biberones nuevos,
 un triciclo, dos dientes y una escalera)
 Son los que dan partida a nuestros lazos
 un mismo vientre y los mismos pechos
 ahí nos conocemos, desde la fundación
 desde las edades líquidas e intranquilas.
 
 Yo te abrazo como el aire, como el agua,
 mi sangre lleva tu sal y mi sal tu sangre
 somos semillas de un mismo huerto
 frutos salidos de la misma humilde rama.
 
 Tu corazón tiene latidos de paloma
 y el mío te vigila con vista de águila
 desde tu primer y tambaleante paso
 hasta la ultima gota de la ultima lágrima.
 
 Te miro, tan lejano a veces, solitario,
 perseguido de raíces que no son tuyas
 ni fronteras que no acercan distancias
 y sin que sepas te abrazo como antes,
 te beso como ayer o como mañana
 y caminamos juntos, ya no de la mano,
 ni vestidos de color marino a la par,
 sino como hombres, con siete soles
 y una luna separando nuestras edades
 somos tres, la nombramos hermana.
 
 Eres el último atardecer de mis padres
 el que canta cuando canto y toca guitarra,
 el bastón de alguna herida, el compañero,
 el dueño de las estrellas que una vez contamos,
 el volantin blanco, el carrete y el hilo,
 el dueño de todos los balones y el gol,
 socio del mismo cuarto y del té por la mañana.
 
 Antes que llegue el tiempo de las moradas,
 cuando elija tu paso el camino del viento sur
 y mi rumbo siempre norte siga su curso,
 te abrazaré otra vez, quizas como ahora,
 cuando las paredes me comen las palabras
 y te besaré como mi hermano, niño siempre,
 herencia de las uvas y del mar y sus algas
 eres mejor que yo, yo soy tu hermano que te ama.
 
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