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A menudo, la geometría sutil de los recuerdos pierde alguno de sus contornos: a veces, emerge un ángulo subrepticio que tiene intenciones de desdibujar cierto relato y desviarlo hacia una zona oscura en que ni imágenes ni recuerdos logran cierta coincidencia. O bien, una nebulosa influye desde su ámbito de lejanía insólita para borronear todo intento y revestirlo de sombras absolutas.
Pues bien, alguien se atropella en sus propios pasos con la resolución inscrita en ese movimiento que sólo sugiere vértigo. Mas, en un instante que podría ser mensurado por instrumentos de precisión, dicha persona frena su impulso y se transforma en una estatua de mirada en reversa. Quien la observe, recordará a la mujer de Lot, petrificada por tan bíblica y salobre sentencia. Esta persona, en cambio, sólo hurga en esa red compleja que es la memoria, el motivo que la indujo a concurrir a dicho punto. El universo entero pareciera detenerse en esa búsqueda febril y la brevedad de un par de segundos da paso a la conexión precisa que devuelve el movimiento y la exacta resolución.
En otro escenario, un hombre camina a flor de calle. La temperatura cocina suave sus pensamientos y su andar delata a quien sólo disfruta de una ruta aleatoria y sin un destino obligado. Tal senda pronto es interrumpida por una voz que es más bien un dardo dirigido a su persona.
Alguien desde la vereda opuesta le ha apelado con nombres, apellidos y linaje. Y esa clave que es su identidad propalada a los cuatro vientos le obliga a torcer el cuello y distinguir sin claridad a un individuo desconocido en lo absoluto. Dicho personaje cruza el breve trecho y le extiende su diestra. La suya aprisiona a disgusto aquella extremidad esponjosa mientras en su mente se arremolinan las dudas que se escurren hasta las inmediaciones de lo vernacular. Frases, cortesía a destajo y esa nebulosa que desintegra nexos y conexiones. Tras el saludo frío y en el intento fallido de recomponer esas líneas borroneadas, el hombre de paso grácil ahora carga una nube en su memoria.
El marido, víctima propiciatoria de una cesantía que conlleva estrecheces y discusiones hogareñas, sólo contempla la televisión por simple inercia y con la vergüenza del que realiza un acto condenable. Barullo e imágenes se alternan con ese remordimiento gelatinoso que lo inmoviliza. Su mujer acaba de realzar su belleza con un maquillaje que contrasta con la penumbra de ese hogar y se prepara para acudir al empleo nocturno. No serán enormes caudales los que atraiga con su esfuerzo, pero en los lindes de la misericordia el día a día podrá restaurarse apenas y la honra consigo misma. Un beso de despedida que alarga la noche, un vehículo que arranca en la penumbra y él con los remiendos culposos entreverados entre las imágenes, parchando con precariedad las largas horas solitarias.
La mujer regresa cuando el sol se vislumbra tras las cortinas del departamento. El esposo duerme en el sillón frente al televisor apagado. Acaso una construcción suya que resuelve la vergüenza, emparentándola con el sacrificio de permanecer en relativa vela.
Y acá no es asunto de nebulosas ni pliegues o intersticios burlones en la memoria, sino un remordimiento que ofrece concesiones. Siendo mecánico de automóviles, capta al dedillo los susurros, el chasquido y hasta los silencios recónditos de los motores. Y arropado en su inacción, tentado por la cobardía, se consume noche a noche entre risas digitalizadas y acción sin ruta. Baldado de esperanzas, agoniza junto al tic tac metálico del reloj cuando su esposa lo abandona cada velada, abordando siempre el mismo automóvil.
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Texto agregado el 14-12-2020, y leído por 210
visitantes. (12 votos)
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Lectores Opinan |
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15-12-2020 |
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Describes como quien pinta, dejando zonas de luz, sombras que realzan algunos rasgos o que sumergen lo que se intuye, y el lector se queda así, mirando ese paisaje, como quien mira un espejo, repetido, en miles de rostros que, a diario, van y vienen por la calle, con quienes nos cruzamos... o no. Un saludo y miles de estrellas.! crom |
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15-12-2020 |
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Como se dice,,,relatos sacados de la vida diaria, esos que los palpamos, quisieramos o no, en nuestro paso por este mundo.
Siempre son atractivas tus creaciones, gracias por compartirlas, amigazo. ¡¡FELICES FIESTAS!! Abunayelma |
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14-12-2020 |
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Tres retazos de vida. La tercera me pareció lamentablemente abusiva y lo que es peor, muy posible de suceder. Un abrazo sheisan |
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14-12-2020 |
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"Siendo mecánico de automóviles, capta al dedillo los susurros, el chasquido y hasta los silencios recónditos de los motores"... " abordando siempre el mismo automóvil". No sé, estas frases le dan un giro a la historia, en mi lectura. Ya sea de un modo u otro, por obligación o por voluntad propia, es penoso. Saludos, Guidos! Daiana |
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14-12-2020 |
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Si entendi bien la historia, estamos frente a un vividor que se refugia en el papel de victima, aceptando treendo trabajo de la mujer. Creo estar en lo correcto. jaeltete |
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14-12-2020 |
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En la maestría de tu narrativa nos sumerges en universos de cotidianidad. Dándoles un toque mágico en su deliciosa individualidad. Un placer leerte hermano. Y lecciones gratis ... también. Cinco aullidos degustando Steve |
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14-12-2020 |
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Escribís tan, tan bien Guidos! Perfecto en esencia y forma. Hay frases notables realmente. Mis cinco estrellas! ***** MujerDiosa |
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14-12-2020 |
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Vivir, muchas veces nos pone en situaciones que no quisiéramos y por determinadas razones nos vemos obligados a aceptarlas. Pobreza, enfermedad, indolencia, etc. Tu texto duele, amigo y hace reflexionar. maparo55 |
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14-12-2020 |
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—Muchas veces la geometría de la vida se entrevera con los distintos ángulos del plano sensorial del individuo y tangencialmente al pensar en la realidad trata de comprobar si la suma de los cuadrados de los catetos en un angulo recto es igual al cuadrado de la hipotenusa y ta, ta, ta... mientras la mujer trabaja toda la noche. Con eso de la geometría me hiciste pensar en Pitágoras. —Un abrazo. vicenterreramarquez |
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