Tendría que estar transitando entre los quince y los dieciocho. Y yo, que vivía en casa de su tía, me acercaba a los veinte y cinco. Y sus padres, dos profesionales, él médico y élla laboratorista, no mostraban un hogar con deficiencia en ningún recodo de los caminos vitales.
Sin embargo, atrajo mi atención, una identidad montada en un físico que no le permitía quejas al más exigente ser del género opuesto: una estatura equilibrada, la piel sin necesidad de retoque alguno, un rostro oval, un pelo que anulaba requisitos y un cuerpo que no tendría que provocar la creatividad de ningún pintor.
Pero, lo sí preocupante, era el esbozo de su sonrisa. Y era, que en ella, faltaba lo que le sobraba en todas sus otras partes. Y yo, sin ser tán imaginativo, buscaba razones: en lo íntimo de su lar, en la convivencia con sus hermanos, en lo absurdo que tendría que ser llevar un quebranto orgánico, en un desamor y acaso en su sexualidad.
Pero cada viaje mental mío, tropezaba con su prestancia. Su buen vestir, aúnque golpeando la línea femenina, pero que la hacía verse exquisita. Pintando, sin dudas, el ropaje masculino con una excelsa femineidad. Y, sobre todo, su afinación con el momento. Pórque siempre estaba en el tono, pero un bemol por debajo, notorio sólo para seres sensibles.
Y la recuerdo compartiendo el quicio de la puerta delantera, de caras a una calle 'nerviosa'. Ó, al menos, nuestras edades la hacían lucir así. Sin embargo su rostro visto por mí, esta vez de perfil, no alteraba el dibujo suyo que se había alojado en mi cerebro desde que la admití, en el cuerpo de los seres vivos del planeta.
Hasta que un día dejé de vivir en casa de su tía. Y tuvo que pasar un largo período, antes de un contacto telefónico, en el cual yo huía de preguntarla por su sobrina. Pero de forma inevitable fue cayendo el tema.....para finalmente soltarme, lo que había inscrito en mi inconsciente, en el pasado.
|