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Los ánimos ya de por sí en la población estaban soliviantados. Pero la gota que colmó el vaso fue una mierda que apareció adherida aquella noche a las portadas del Eusebio. De no venir la cosa de lejos incluso se le podía haber sacado algún matiz humorístico; pero no era así. Que venía de lejos. Como no le podían sacar el D.N.I.- al referido excremento, me refiero-, las sospechas se fueron extendiendo, inundando el pueblo de animadversión e inquina. Y, lo que podía haber sido una broma, se convirtió en una afrenta de amplio calado. Enseguida se fueron formando- alrededor de aquella mierda- los afines de uno y otro bando, polarizándose la situación en términos parecidos a los de la última contienda. Para que vean el efecto de los pequeños detalles. Cuando ya se habían repartido muchas hostias- demasiadas quizá-, alguien recordó la causa de todo aquel devenir- como diría Parménides-; pero a nadie pareció importar que se tratase de una fruslería de excremento. Era la intención aviesa, decían los partidarios del Eusebio, más que aquella deposición en sí. El ánimo cainita que reflejaba- decían. Pero por mucho que se trajo y se llevó el asunto nunca se descubrió al autor de aquel hecho o fechoría. Y lo que es más lacerante, si fue fruto de una incontinencia espontánea o reflejo de una tortura psicológica aviesamente programada. Pero, como todo en esta vida, se cansaron de dar hostias. |
Texto agregado el 12-12-2020, y leído por 70
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