LOS PÁJAROS NO HABLAN, ESCUCHAN…


“Si quieres pájaros, planta árboles”,
Anónimo


Hoy salí al parque a caminar y distraerme un rato. Apenas ubiqué una banca con refrescante sombra bajo un árbol fui hacia ella y me senté. Antes de abrir el libro que llevaba observé con detenimiento todo a mi alrededor. Al fondo jugaban despreocupados unos niños ante la mirada complaciente de sus padres, un hombre trotaba a buen ritmo por todo el perímetro rectangular del parque (cercano a los 500 metros lineales) y un par de señoras caminaban despacio por los alrededores. Ese ambiente era propicio y agradable; sin embargo, fue el piar agudo de un pajarillo el que me sustrajo de mi intención de empezar a leer. A mi izquierda, y por sobre mi cabeza a unos tres metros, apareció ante mis ojos el emplumado amiguito. Lo saludé como si de viejos amigos se tratase, y él trinó sin asustarse. Asumí esto como saludo, por lo que me animé a hablarle un poco más. Casi empiezo por preguntarle cómo se llamaba, pero me pareció absurdo, así que sólo atiné a decir:” Bonito día, ¿no?”, como para romper el hielo. Él volvió a contestar con un piar más dulce y entendible. “¿Vives por aquí o estás de paso?”, le pregunté. De inmediato, alzó el vuelo circundando con agilidad el frondoso árbol, regresando a la misma rama de donde partió. Entendí con ello que era vecino y que este árbol era su hogar. No he estudiado ornitología ni sé nada de aves, por lo que no puedo decir de qué especie es, pero me parece un Turpial por su bello canto y su aspecto ornamental, el cual trataré de describir así: Su plumaje es negro en la cabeza, encima del pecho y en la parte superior del cuerpo y las alas, mientras que el resto del cuerpo es amarillo oscuro, casi anaranjado. En sus alas tiene una fina franja de color blanco. Los ojos son de color amarillo con un contorno de piel azul clara. Su pico es de forma cónica, agudizado y comprimido y mide aproximadamente 24 centímetros. Es un majestuoso y fino ejemplar, muy raro de encontrar, pues ahora que recuerdo es el ave nacional de Venezuela (hasta los pájaros han migrado para Colombia, pensé). No obstante, yo también tuve la sensación de haber sido observado detenidamente por la exótica ave. Quizá, por su parte, trataba de entender de qué tipo de especie era yo, pues voló hasta pararse en el espaldar de la banca sin dejar de mirarme. Me quedé quieto para no asustarlo y le agradecí su resuelta confianza. Rápidamente busqué con la mirada sobre el césped alguna pajilla para ofrecerle y con parsimonioso movimiento me agaché y recogí unas cuantas, las cuales deposité sobre la banca al extremo de donde yo me hallaba sentado. Antes de saltar me miró y espero mi ofrecimiento: “Es para ti, amiguito”. Acto seguido empezó a picotear y comer algunas pajillas. Cuando a su juicio recolectó en su pico las suficientes, trinó algo melodioso y se echó a volar hacia arriba al interior tupido del árbol. De inmediato supuse que se trataba, entonces, de un turpial hembra que llevaba pajillas para su nido en construcción; además su docilidad y familiaridad me inclinaron a aseverarlo.

Pasó más de media hora y mi amiga cantora no volvió. Quizá sus asuntos domésticos la entretuvieron más de lo que yo esperé. Sólo me queda la alegría de su canto, su bello plumaje, su colorido, su hermoso trinar y tierna familiaridad; y también me queda un último pensamiento:

Sé que los pájaros no hablan, pero de seguro sí saben escuchar…


GerCardona.
Diciembre 10 de 2020
Bogotá-Colombia