LA CONVERSACIÓN
“Hablar no es siempre conversar.”
WILLIAM COWPER
“Conversar es dar cuenta de nosotros mismos.”
RALPH WALDO EMERSON
—¿Te gusta conversar? —me preguntó ella.
—Sí, sí me gusta, pero no es algo que haga con frecuencia. No siempre es fácil conversar, ni mucho menos conseguir con quien hacerlo.
—¿Acaso eres muy exigente? —indagó con curiosidad.
—No, no mucho, no soy tan estricto —al menos eso creo—. Sólo aspiro a poder sostener una conversación inteligente, salpicada con datos abstractos y concretos cuando corresponda y de aleatorios o circunstanciales cuando venga al caso; me gusta conversar con alguien que le hable a los pájaros, así ellos no le entiendan; hablar de por qué el tiempo a veces no alcanza y por qué también nos sobra cuando queremos que el hoy sea pronto el mañana; hablar despacio y sonriendo con franqueza; conversar de Dios sin sentirnos perseguidos por su ira o su justicia; hablar del amor sin que sea una declaración expresa sino como algo natural que nos toca a todos y que nunca —al final— encontramos por más besos o abrazos que demos; conversar exige respetar la palabra y el silencio del otro, no interrumpir su discurso hasta que surjan interrogantes o aplausos; hablar de las cosas y de lo que las cosas dicen (no siempre dicen lo mismo), lo que invita a cotejar respuestas; hablar de poesía y de lo que la poesía dice, y de cómo lo expresa (manejando imágenes a cambio de palabras); conversar del día a día y de las noches de insomnio, de las pesadillas, y del porqué de los desvelos; buscar la proximidad y la confianza para contar un secreto, despejar una duda, confesar un temor oculto o un sueño esperanzador; hablar de utopías y despistes, y de la futilidad de la muerte, así como de la misión suprema de cada uno en este mundo; sin embargo, lo sustancial de una buena conversación es la compañía cierta y privada que se establece entre dos personas que se sienten cómodas y tranquilas, una junto a la otra (cercanos o a distancia, familiares o amigos) para compartir ideas, pensamientos y, quizás, lo más importante, sus más íntimos silencios.
Conversar, en su acepción más profunda, debe ser más el diálogo del espíritu que de la razón; por ende rechazo (en la medida de lo posible) la conversación vana o trivial que no te aporta nada. De ahí que, para mí, la conversación que enriquece es la que es íntima, no necesariamente entre amantes, sino entre personas con quien puedes hablar de corazón a corazón...
GerCardona.
Diciembre 10 de 2020
Bogotá-Colombia
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