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Dejé caer el tronco en la caja de la camioneta. Con eso era suficiente. Leña para dos semanas.
El bosque a mí alrededor se veía tan bello como siempre.
Era casi mediodía y sentí hambre. Tomé lo poco que quedaba en la cantimplora y puse en marcha el vehículo.
La huella en el camino estaba firme. Hacía como un mes desde la última lluvia.
Mi vieja camioneta crujía con el movimiento y la carga. No había apuro.
Pronto llegué a la zona de los árboles más altos. Cipreses centenarios flanqueaban el camino.

Apareció de la nada.

Debió haber estado escondido detrás de algún árbol, y ahora se encontraba parado en el medio del camino.

Su actitud no era desafiante, pero debí parar para no atropellarlo.
Un alce. Un macho adulto. A juzgar por su cornamenta debía ser el macho dominante.
No sé si exagero pero su cornamenta debía medir de extremo a extremo tanto como el ancho de mi vieja Dodge.

Esperé a que él tomara la iniciativa mientras yo detenía el motor. Pasaron unos veinte segundos en los que solo me estudió con la mirada. Luego resopló con fuerza. Echó tierra hacia atrás con una de sus patas traseras.

Finalmente dio unos pasos en mi dirección.

Había visto algunas veces ejemplares de este tamaño pero nunca había estado tan cerca.
Sus opciones eran dos: correr por el camino en la misma dirección en la que yo iba, o escabullirse en el bosque. Para ésta última, solo había una senda de tres metros justo a mi lado. A no ser que fuera por allí, sus cuernos se trabarían con los árboles.
Optó por ésta última.

Indudablemente no era un animal acostumbrado a escapar. Pasó rozando con su cuerpo el guardabarros delantero izquierdo. Pensé que rompería el parabrisas con sus cuernos.
Me observaba de reojos al tiempo que evaluaba sus riesgos.

Mi corazón latía con fuerza.

Ya casi había pasado y pronto saldría al trote para perderse en el bosque.
Observé la punta de su cornamenta a pocos centímetros de mi ventana, que tenía el vidrio bajo, pues siempre tuve la manía de apoyar el brazo en la puerta mientras manejo.

Mi linterna mal apoyada sobre el tablero terminó de caerse haciendo un ruido que sorprendió al animal.
Giró su cabeza y con la punta de sus cuernos golpeó duro en mi cien izquierda.

Todo se detuvo.


Desperté al atardecer. El dolor en mi cabeza era difícil de resistir. Me encontraba echado boca abajo sobre el asiento. Mi boca sabía a sangre.
Logré erguirme con dificultad para escuchar un resoplido que me alarmó: ¡El animal estaba allí todavía!

Su cornamenta se había enganchado con el marco de la puerta. Forcejeando para zafar había arrastrado el vehículo girándolo hacia los árboles del lado izquierdo del camino.

Me encontraba casi sin fuerzas y con una lucidez escasa frente a una bestia imponente que se veía exhausta.

Nuestras miradas se enfrentaron por un momento.

- Mira amigo, voy a ayudarte. Te lo prometo. Pero debes guardar la calma. Sí no, ninguno saldrá de aquí con vida.

Agarré despacio sus cuernos y los bajé lentamente. No alcanzaban a pasar por el hueco de la ventana, a no ser que pudiera girar su cabeza. Noté que si abría la puerta lograría el mismo efecto.

No quería arruinarlo todo.

Como si pudiera entenderme le dije:

- Tú por mí y yo por ti.

Se sobresaltó un poco al escuchar el ruido de la cerradura, pero milagrosamente se contuvo.
Logré pasar su cornamenta fuera. Ya liberada, esta bestia imponente se quedó mirándome por un momento.
Luego partió hacia el bosque.

Me desplomé nuevamente sobre el asiento.

Antes de quedar inconsciente alcancé a escuchar que un vehículo se acercaba.





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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 9/12/2020.

Texto agregado el 09-12-2020, y leído por 328 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
10-12-2020 Excelente. Tu cuento es una imagen en palabras. Casi pude ver al alce y sentir la desesperación de ambos. Menos mal que al final todo salió bien. IGnus
10-12-2020 ¡Es una película sin imágenes, aunque éstas pasaron por mi mente y solo con ilustres palabras! Martilu
10-12-2020 Tu historia se lee con facilidad y resulta amena. godiva
10-12-2020 Tu relato por momentos quita la respiración. El hombre frente a la naturaleza tiene mucho que perder. Está muy bueno tu texto, se mota el oficio con que está hecho. ***** vaya_vaya_las_palabras
10-12-2020 Marcelo te felicito, leerte fue como estar en el lugar. Un beso. MujerDiosa
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