Tenía yo apenas cinco años cuando por la primera vez ,
a pocos metros de una frondosas palmeras centenarias,
yacía un hombre de estatura pequeña, con una barba descuidada sin camisa calcetines rotos como cinturón tenía un cáñamo oscuro atando su viejo pantalón,

entre las palmera lo escudriñe detalladamente,
a una distancia prudente,
aquel viejo edificio fue un sanatorio para tuberculosos,

enfrente de todo aquello se alzaba un cerro de colores oscuros,
en el desierto,

me acerque para poner mis pequeñas manos cerca ,
la distancia física era muy grande,
la vieja camilla se levantaba con enormes ruedas...

pero me acerque nuevamente más para decidirme si lo tocaba o no..

Mi madre era una persona como yo, que disfrutaba mucho observar,
paso por mi mente si ella desde lejos podría estar mirándome con su discreción tan común en ella,

Aquel viejo recito para enfermos de largas terapéuticas recuperaciones,
tambien los hubo aquellos en tiempos del Perú con cólera y enfermedades venéreas

Hoy con 67 años aún no he tocado una persona en estas condiciones,
Hoy en este milenio el asilo continua y se ha masificado.