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Segundo ejercicio enviado al Taller 20 gifts en oferta. El gift elegido fue el núm. 4.


Hace unos años, un par de amigos me invitaron al carnaval de Veracruz, no me hice mucho del rogar y acepté entusiasmado. ¿A quién no le gustan las fiestas, la música, el vino, ¿por qué no?, el desmadre también. En un abrir y cerrar de ojos preparamos los equipajes y nos largamos en el vocho de Pedro. En unas horas estuvimos en el puerto, pero no contábamos con tanta gente que asistía al evento; no encontramos acomodo en ningún hotel, casa de huéspedes, cabaña o choza, para pasar la noche. Ni modo, la única opción, dormir en el coche, por más incómodo que fuera.
Era el primer día del carnaval; sin embargo, ya había pasado “la quema del mal humor”, esa vez contra la violencia de género. Comenzaban los desfiles de carros alegóricos, engalanados con luces brillantes, arreglos florales y por supuesto, muchachas bonitas que saludaban a su paso a toda la gente. Grupos de bailarines de ambos sexos, danzaban rítmicamente al compás de la música de salsa y samba que se escuchaba por todos los rincones. Pedro, Antonio y yo, nos apostamos detrás de una de las barreras metálicas acondicionadas para contener a la gente, disfrutábamos de una vista excelente para contemplar el paso del desfile. Fue cuando la vi, una mujer joven, como de unos veinticinco o treinta años, que bailaba moviendo su escultural cuerpo al ritmo de la salsa. Su carne morena perlada de sudor, irradiaba un fulgor deslumbrante; la sonrisa de su rostro era perfecta, se notaba con certeza el goce que experimentaba con el baile. El ruido y la alegría eran contagiosos, daban ganas de gritar, bailar, romper las reglas.
Hipnotizado, no dejé de mirar a la mujer, me seducía su meneo, su risa, su cuerpo de curvas sugerentes. Su atuendo, dejaba vislumbrar generosamente las piernas bien torneadas, la armoniosa cintura, y el escote de su blusa, la turgencia de sus pechos de ébano. Era una diosa, y yo, su humilde adorador. Le hice notar a mis amigos la belleza de aquella mujer y aunque la admiraron, también se burlaron un poco de mi exaltada emoción. Se perdió de vista entre su grupo de baile, mientras nosotros seguíamos mirando el resto del desfile.
Más tarde, cansados, nos fuimos a una cantina a tomar tequila y cerveza, una combinación que nos dejó borrachos en poco tiempo. Aún había algarabía y música en muchos lados cuando salimos de ahí, pero nosotros ya estábamos fumigados, ebrios de verdad. Trastabillando, cantando a gritos, eufóricos, mareados, enfilamos al vocho para dormir “la mona”.

Despertamos crudos y en un restaurancito, tomamos un caldo de camarón bien picoso para sentirnos mejor y estar listos para la noche; pero el carnaval seguía con su música y alegría desbordante. Nos mezclamos entre la gente que iba y venía; fue cuando la vi de nuevo, llevaba un vestido sencillo floreado que le sentaba muy bien, con una canasta al brazo. “Orita vengo”, le grité a mis amigos y me fui directo a encontrarla.
-Oye, espera.
La hermosa mujer se detuvo y me miró extrañada. No la dejé decir nada.
-Anoche te vi en el desfile, lucías hermosa bailando.
-¿Tú, quién eres?
-Solo un admirador tuyo y de lo linda que eres.
-¿Qué quieres? Tú no eres de aquí.
-Vengo con unos amigos, de la capital. ¿Aceptarías tomar algo conmigo?
-Voy al mercado.
-Por favor. Solo unos minutos.
Finalmente aceptó y en un lugar cercano, nos tomamos un par de cervezas, mientras le iba contando algo de mi vida y ella de la suya. Me enteré de que a pesar de su juventud (veintiocho años), era viuda y tenía tres hijas pequeñas. Su nombre me pareció hermoso: María Ana.
-A mi marido le gustaba beber y lo hacía seguido. Un mal día se le ocurrió salir a pescar estando borracho, cayó al mar y murió ahogado. Eso fue hace ya más de dos años.
-Y ahora, ¿con quién vives?
-Si te refieres a un hombre, con ninguno. ¿Quién va a querer comprometerse con una mujer viuda como yo, que tiene tres niñas? Aunque no sea yo fea. Trabajo como mesera en un restaurante camino a Boca del Río, hoy es mi día de descanso; pero ahora para los nueve días del carnaval, estoy comprometida con el grupo de baile donde me viste. Mientras, mi madre cuida de mis hijas. Por cierto, me voy, tengo que comprar lo de la comida.
-Por las noches, después del baile, ¿podríamos platicar un poco como hoy? Confieso que me interesas mucho. Me gustas.
-Ja, ja, eres muy joven para mí. ¿Cuántos años tienes? ¿diecinueve, veinte?

Desentendiéndome un rato de mis amigos, me encontré con ella por las noches todos los días restantes del carnaval. Tomamos tequila, ron, cerveza, para amenizar la plática; nos contamos intimidades mutuas, pero no pude pasar más allá de tomarla de las manos y besar un par de veces sus mejillas. La última noche, después del entierro de Juan Carnaval, me dijo:
-Ya te vas a tu mundo y nunca volveremos a vernos. Fue bueno conocerte. Me hubiera gustado mostrarte a mis hijas. Adiós.
-No te vayas aún - le dije.
Se acercó lentamente y me dio un beso largo y profundo en los labios.
-Hasta siempre - murmuró.
Así desapareció de mi vida, aquella hermosa mujer morena.

Pasó un año. En ese lapso, no había terminado de olvidarla. Su recuerdo me atosigaba aún, sin que pudiera evitarlo. Decidí ir de nuevo al carnaval, buscarla, ansiaba verla otra vez. Me fui solo. La encontré bailando como el año anterior y me reconoció. Nos encontramos ya muy noche y platicamos apenas unos minutos. Fue una conversación penosa, triste para mí. Ya se había casado, encontró al hombre capaz de aceptarla con sus tres hijas y responder económicamente a sus necesidades. La vi alejarse entre la gente que aún deambulaba por ahí; yo, emprendí el regreso con el rabo entre las patas.

Texto agregado el 08-12-2020, y leído por 142 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-12-2020 Son como momentos vividos y al mismo tiempo escritos; o escritos y al mismo tiempo vividos. Muy bueno, gracias. allka
08-12-2020 Coincido con Shei: qué bien utilizaste el gif. La historia es preciosa y muy visual, el final tristísimo, más que nada porque existen esos desencuentros. Me encantó. Abrazo! MCavalieri
08-12-2020 La vida es sólo una sucesión de cortos suspiros y la maestría de cada cual es aprovecharlos lo mejor que se pueda. Sólo nos aguarda un largo trayecto de añoranzas que mientras más transcurre el tiempo, más se avivan. Te dejo un abrazo y mis felicitaciones por tan singular relato. guidos
08-12-2020 —Hermosa historia de carnaval que al querer repetirla el tempo no quiso que fuera igual y al ser así no que otra que seguir viviendo, a como venga, el eterno carnaval de la vida. —Un abrazo. vicenterreramarquez
08-12-2020 Una anécdota adorable que parece verídica. A veces se dan esos encuentros que no se dan a pleno porque las circunstancias no lo permiten. Me encantó. MujerDiosa
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