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La tía Gertrudis no puede ver una puerta abierta de la alacena porque se enoja, pero ella deja abierta la de su dormitorio.
La puerta del estante, se entiende, se meten las pipiliacas que se comen el chile del mole. La de su recámara no sé, quizá extraña a su difunto esposo. La escucho llorar y creo que por sofocarlo se oye como un quejido.
-¡ Flaco, flaco! ve con don Demetrio y pides un kilo de bisteces y medio de chorizo.
Buscó el dinero y no lo encontró.
-Dile que te lo apunte, luego voy y se lo pago.
-Me dijo el carnicero que más tarde pasa a cobrarle.
Hizo un gesto de rechazo y luego la cambió a una sonrisa forzada.
Yo no vi que don Demetrio llegara ni por la tarde, ni por la noche. Algunos susurros en la madrugada y los quejidos de mi tia antes de que cantara el gallo.
Lo que recuerdo es que nunca faltó en la mesa un trozo de carne. Aun la escucho.
" No desperdicien nada, que no me la regalan"

Texto agregado el 07-12-2020, y leído por 105 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
08-12-2020 Es genial tu texto, la supervivencia tolera a veces cualquier recurso, casi siempre en los estratos más humildes. Saludos. vaya_vaya_las_palabras
07-12-2020 Todo se paga de una u otra manera, a no desperdiciar (sonrisa). Beso grande! MCavalieri
07-12-2020 —Es bien sabido que las cuentas claras conservan las amistades, incluso hasta el gallo con su canto lo pregona de madrugada. —Un abrazo vicenterreramarquez
07-12-2020 Ayyyyy carne pagada con carne... mish! jajaja en fin, cada cual se las arregla como puede. Ya leí por ahí aquello de que la necesidad tiene cara de hereje, razón tiene la señora en recalcar que no se la regalan ;) Un abrazo, sheisan
 
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