Todo el tiempo y la tranquilidad del mundo
Estaba sentada navegando en la vieja notebook, buscaba algún comentario y alguna estrella de aprobación luego del nostálgico texto que había subido. Aún nada.
Cuando escuchó el portazo y volvió a la realidad de la que, de manera frágil, se evadía a veces.
Era el, otra vez borracho y dispuesto a quejarse de todo. Siempre lo mismo, cuando salia del trabajo pasaba por el bar y llegaba a casa en ese estado de furia y frustración y ella era el blanco para descargar su enojo. Bien que eso se notaba en un ojo aún morado y los dolores en sus costillas.
El ni saluda y solo se dirige a la cocina, mala señal, piensa ella. Sabe que hoy sera una noche especialmente mala, dentro de todas las malas. Especialmente mala, de esas en que una termina en el hospital. Otra vez.
- ¿Que es esto?
- El guiso – responde ella, en un sopor resignado.
- Esta frío.
- No hace mucho apague el fuego, no puede estar muy frío.
El camina hacia ella con la vieja expresión de ‘¿me ves cara de estúpido?’ y ella sentada cierra los ojos. Ojalá después de esta no despierte nunca, piensa. Pero el se detiene y vuelve su atención a la cocina, va y se sienta.
Aliviada ve que se sirve la comida solo pero también lo oye empezar el discurso de insultos:
- Una inútil si, bien que se puso contenta tu madre cuando le quite tu peso muerto de encima. Te la pasas el día escribiendo en esa estúpida pagina de cuentos, mientras yo pongo el hombro acá. ¡Inútil! Ni siquiera podes tener hijos, ¡el colmo de la inutilidad de una mujer!…
Y ella lo escuchaba y el seguía y seguía, era su estilo, su ‘modus operandi’, su marca registrada: primero el ‘discurso’ luego los golpes. En su sopor no se dio cuenta que hacia esas reflexiones mientras agarraba el enorme cuchillo de carnicero de la alacena a espaldas de el ¿en que momento se levantó y caminó esos pasos?¿ahora estaba detrás sosteniendo el cuchillo con ambas manos, mientras su esposo la ‘describía’ entre bocado y bocado?
Levantó el cuchillo con ambas manos y lo hundió con tal fuerza en su espalda que atravesó el pecho produciendo una reacción en el como si hubiera recibido un choque eléctrico, luego de ese violento estertor se quedó quieto para siempre, el y su lengua.
Ese silencio que inundó la casa pareció despertarla del sopor, pero no mucho. Sintiendo un alivio y una paz que había olvidado caminó hacia la notebook, se sentó y continuó navegando en la pagina azul que parecía esperarla cómplice ‘al fin solos’.
Navegando sin importarle, o sin ver, que el mouse se manchaba de rojo y, sin siquiera mirar hacia su silencioso esposo, pensó entre brumas que en la cárcel tendría todo el tiempo y la tranquilidad del mundo para escribir lo que quisiera.
ggg |