Hoy, es una buena noche.
De que nos sirve admirar
las estrellas encendidas
sobre el lienzo del azul brillante.
Temerosas titilan escondidas
tras el destello artificial alucinante.
Reflejo que se lo traga todo.


En el humo de los cigarros,
que uno tras otro se encienden,
vive el deseo de quemar el tiempo.
Y del sabor del licor se desprenden
los tragos como estúpido pasatiempo.
Cae al vacío la semilla.


Como en un antro de adictos
se cubre la noche de polvo blanco.
Sobre la puta punta de la nariz,
que envuelve a los esperpentos
de la felicidad vacía.
Sin respiros y sin alientos,
cae al vacío la semilla.


Un cuadro estremecedor
de la gran guerra perdida.
Entre rítmicos bombardeos
la música se mezcla con el sonido.
Y los cuerpos caen enfilados,
en el presente perdido,
de excesos ahogados.


El aire embriaga
con toques de fragancias,
a hierba prensada
destilado barato,
y olor a orina.
Camino sobre un campo minado
de malolientes borrachos
broches de carne adornados.


Debo buscar con que
golpear mi cabeza,
para no quedarme solo.
Todos se retiran.
Todos van cayendo de a poco.
Todos esperan algo de la noche,
diversión idiotizada sin reproche.
Cae al vacío la semilla.


Que sea silenciada fuerte la voz
de la indeseada responsabilidad.
Que la carcajada brote liberada,
desconectada de la felicidad,
que huya de los calabozos
del aburrimiento y la soledad,
en persecución decidida
de la elusiva saciedad.