La mujer del peinado englobado barajó las cartas una y otra vez hasta que estuvo segura de que ya estaban bien mezcladas. Se las tendió a la joven, la invitó a cortarlas, con algo de nerviosismo la señorita preguntó si debía volver a ser profesora. Samanta giró la carta; salió la figura del ermitaño, entonces dijo: “El Ermitaño es un hombre que va buscando la verdad sobre sí mismo. Esto significa que tienes que mirar en tu interior y descubrir si realmente quieres ser profesora. Solo tú puedes saberlo.”

Cuando las mujeres se despidieron, Samanta se dispuso a preparar como cada mañana, un café con leche, y mientras lo saboreaba ordenó las cartas, al hacerlo la primera figura que surgió fue la del esqueleto con una guadaña en la mano izquierda. Esto le recordó la ocasión en la que había visto hacía mucho tiempo su propia muerte.

Fue una mañana de sol radiante, se estaba aplicando laca en su cabello rubio mirándose a sí misma en un espejo grande, cuando estuvo lista se dirigió a la casa de su amiga, ubicada al enfrente. Tocó la aldaba de bronce. La charla discurría por los senderos habituales, una de las hijas de la mujer les ofreció un café reconfortante, al terminar Samanta palideció, vio en el fondo de la taza, una imagen de una habitación donde estaba tirada en un piso ensangrentado y de pie junto a ella un hombre que no reconocía.

En el tarot había visto la muerte de varias personas, pero nunca su propia muerte. A raíz de la visión quería cambiarla, no quería morir en las manos de un loco. Pero lo que le inquietaba era que tenía su casa decorada de forma hindú, muebles oscuros, alfombras, paredes amarillas, donde predominaba el color dorado y rojo, la visión que tuvo era distinta, no correspondía con su premonición.

Un día sintió que estaba aburrida de toda la decoración de su casa, decidió hacer una remodelación, lo guardo todo en el depósito, consiguió un pintor, viendo los colores que le ofrecieron, escogió un tono pastel, cambió las alfombras y muebles porque no iban con el nuevo estilo. Una tarde cualquiera, en que se encontraba sentada en la escalera que quedaba al frente de su dormitorio, vino un flash a su mente, el color de la pared, y del piso era tal cual como lo había mirado en la taza de café, la casa estaba como la visión de su muerte.

Amanecía cansada porque no dormía bien, todas las noches pensaba en el hombre que la iba a asesinar, hasta que un día se preguntó por qué debería de esperarlo, si tomas un mal camino, no hay que esperar un buen destino. Era una adivina conocedora del tiempo cambiante, para ella las predicciones eran formas de ver el futuro, donde se podían hacer cambios conscientes en la vida y evitar eventos, por lo tanto, debía huir de la muerte o evitar morir demasiado pronto, así que se fue de esa casa, para nunca más volver, se radicó en un pueblo olvidado llamado “El Encanto”.

Tiempo después, en una misiva de su amiga, supo que el hombre de sus visiones había aparecido, al no encontrarla en la casa, su rostro cambió, apareció una sombra de mal humor y su enfado se hizo patente, el asesino había llegado a buscarla diciendo a grito entero que la mujer era una maldita bruja y que le iba a quemar la casa. Nunca lo hizo y nadie lo volvió a ver.

Mientras esperaba otro cliente, barajó las cartas para ella misma y le pregunto al tarot qué debería saber hoy. Sacó tres cartas al azar, fueron nueve de bastos, la estrella, y sota de copas. La primera carta representaba el pasado, la segunda el presente y la tercera el futuro.