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El mercado estaba lleno de colores y animales, al igual que de curiosos y callados que observaban los productos de su interés para después seguir avanzando entre apretones y empujones de la multitud que acudía a la única plaza. Entre el tumulto, un hombre de cabello largo, con una corona de plumas, de vestir extravagante, piel morena, obeso, con abalorios de toda especie, el rostro pintado en surcos carmesí, con una voz fuerte y sonora, promulgó ser descendiente de un Dios indígena.

La multitud muy pronto se arremolinó entorno a él, abrió una de sus cajas llena de pomadas raras, elevó un brazo peludo de predicador y exclamó velozmente: "Respetable público, les dejó esta muestra gratis y sin compromiso; que no es mal de ojo ni augurio de espanto, que aquí no le están mintiendo señora, dama y caballero, mire que ver para creer, que quien lo dice ya probó. Esta pomada es una glándula aún no conocida por la ciencia proveniente de la culebra cascabel, uno de cuyos ejemplares tengo en esta otra caja y la cual se llama Margarita, encontrada en una de las selvas inhóspitas no muy lejos de esta región, este es el primer pueblo en el que he querido vender mi mercadería. Prometo que este invento milagroso cura todo los males, saca hasta el diablo del cuerpo, y aunque cada quien tiene la suerte que se merece, una ayudita no está de más, si se aplica detrás de la oreja trae toda suerte del mundo y todo por una módica suma. No tengan miedo, yo no les voy a robar, este brazo es honrado, sólo lo uso para acariciar sirenas y dominar el oso. Hombre honrado, primero muerto que injuriado. Intuyo, tuyo, sospecho pecho, calculo pienso, que más de uno llegará hoy a su hogar con este nuevo invento que revolucionará la medicina".

Muchos pensaron que aquel hombre era otro mercachifle de los que habían venido con el circo ofreciendo cuanta chuchería encuentran por ahí para poder generar dinero, y cuando decayó el interés y la gente se disponía a seguir mercando, el hombre destapó y cerró rápidamente la caja de la serpiente gritando: -¡Quieta Margarita!. Y volvió a tener la atención del público que parecía hipnotizado con la labia de aquel mercader. Luego este empezó a contar la historia de un ser querido que había sido rescatado de la garras de la muerte por efecto del prodigioso menjurje de su invención.

Cuando terminó de hablar, el vendedor de falsos misterios, con una sonrisa falsa, esperó como en otras poblaciones incautas, que la gente con su dinero arrebatara su producto, pero lo que sucedió fue que todos voltearon a mirar al mismo tiempo a un joven de pantalón negro con tirantes, mezclado entre la gente como un curioso más. Se trataba de Ásael, quien era conocido por todos en el pueblo y se decía que había nacido con el don de la sabiduría.

El joven delgado, de mirada serena dijo: -El mayor embuste de la mente es creer en algo tan solo porque uno quiere creerlo, además, tengan en cuenta todos que ya sabe querernos el que sabe engañarnos y aunque la panacea está bien económica y promete mucho, sepan que de la mentira viven muchos, de la verdad, casi ninguno.

Bautista, el vendedor de frutas, al observar que se disipaba el público y que nadie prestaba atención al timador, pensó en adquirir los artículos, considerando que los demás eran unos tontos, así que compró una caja. Al siguiente día, tomó uno de los ungüentos, se aplicó atrás de la oreja y se marchó para su puesto de frutas. El calor de la tarde era sofocante, nadie entraba al local de Bautista por el olor insoportable que despedía. En efecto, la pomada milagrosa sacaba hasta el mismo diablo.

Texto agregado el 24-11-2020, y leído por 61 visitantes. (0 votos)


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