Un texto muy antiguo, que puse por aquí hace ya varios ayeres.
Miento. Miento a todas horas, de día y de noche. Soy un mentiroso empedernido, consuetudinario, como cualquier alcohólico que se precie de serlo. Mi vida esta llena de mentiras, las cuales hacen de mi realidad una irrealidad. Cuando la gente me pregunta algo, tengo la respuesta idónea a la mano. Permanecer callado o en silencio permite a los otros suponer muchas cosas, historias truculentas. Es mejor mentir que dejar de responder.
Desde que recuerdo, las mentiras han formado parte de mi vida; a lo largo de los años he descubierto sus virtudes e inconvenientes. No me preocupa mentir ni me remuerde la conciencia cuando lo hago, lo importante es que la mentira parezca verdad. Mentir, me permite adoptar cualquier posición; para bien o para mal, mentir me evita nadar en el mar de la confusión, donde si no te agarras de algo o de alguien, te puedes ahogar.
Mentir es un deporte, una habilidad, un juego, un arte; por eso intento ser el que dice más mentiras, el que las dice primero, el que miente mejor. Es una verdadera lástima que no haya un campeonato mundial de mentirosos, para saber quién es el más hábil de todos; porque la verdad (¿quién sabe qué diablos es la verdad?), todos mentimos: los gobiernos mienten, los políticos mienten, la policía miente, los empresarios mienten, los escritores mienten, los ciudadanos comunes y corrientes, mentimos también. ¿Cuál es el afán de engañar a los demás?¿el mismo que me mueve a mí?... Yo miento antes que nada por placer, porque no puedo mostrarle al mundo entero lo que verdaderamente soy, debo parecer un ser civilizado para que me acepten socialmente y no descubran mis defectos, mis complejos, mis miedos, mis debilidades, mis sentimientos. Tengo que ofrecer mi mejor cara (mi mejor máscara), una que no les asuste. Las mentiras me permiten mostrarme tan normal como todos.
Recuerdo ahora la letra de una vieja canción que me pone eufórico, de buen humor: “miénteme una eternidad, que me hace tu maldad, feliz”. Si de enarbolar una bandera se tratara, esta frase me vendría como anillo al dedo.
Me voy a lo mío: a contar mentiras. Pinocho me ha pedido que le enseñe algunas. Alguno que otro escritor, también.
Mentiría si dijera que estoy triste.
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