Cuándo para mí había iniciado la primera década, en la casa se oía cada tarde a las seis, la voz cantarina de mi bisabuela: ¡Es la hora de la oración! Qué era un llamado para tódos. Entónces se recitaban de memoria varias antífonas, un tercio, la letanía y el recordatorio de todos los fallecidos del entorno. Incluídos sus nombres, apellidos y la relación con cada miembro del hogar. Cerrando con aquéllo de....¿Y a qué santo aclamaremos en el tribunal divino?....A san Antonio que nos sirva de padrino....Y que Dios nos eche su......
Luego venía la cena, trás la cuál, se precipitaba una oscuridad, que la 'jumiadora', apénas, alcanzaba a paliar soméramente. Espacio cubierto por los bis-abuelos, antes de ir a la cama, con cuentos y relatos. Pero para mí(cómo niño), lo duro y grimoso, era el contenido en sí de cada historia: con las apariciones sorpresivas de 'Pedro el Cruel' y la 'asistencia' inesperada de algún personaje que luego desaparecía cómo llegó, al ir cargando en el monte una 'litera' alumbrándose con un jacho.
Sin embargo, lo más terrible para mi edad, era el viaje hacia la Mella abajo en dos distintas carrozas: la primera elegante, ceremonial y espaciosa. Con adornos florales suntuósos; un sonido de campana agradable al oído, con cochero bien vestido y carruaje tirado por caballos saludables. Y de traseros cubiertos con dispositivos para las emergencias. También con antiojeras mullidas y herraduras que hacían rítmicas sus pisadas.
En cambio, la otra, pequeña, oscura, sin flores, sonido aterrador de campana, cochero con cualquier ropa, arrastrada por un penco sin antiojeras y sin vasija colectora de sus deposiciones y patas descubiertas que tornaban el ruido de sus pasos en un anticipo de desgracia. Y tódo combinado, para que el niño sin el recurso de la lógica que era, construyera un miedo sin límite.
Pero que cuando en mi mente comenzó a aparecer el sentido de relación, sé me dijo, que la primera era para el muerto del centro del pueblo y la segunda para el del barrio. Cósa que me complicó la vida aún más, la mañana que a nuestro vecino se lo llevaron en la primera.
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