Mirarme desde fuera hacía dentro para intentar ver la luz que una vez me iluminó, que albergó aquel calor que desprendía, blanca, pura sin resentimientos.
Esa luz que devolvía la esperanza a aquellos que la necesitaban, desprendiéndose poco a poco de mi sin importarme lo más mínimo.

Contemplo el reflejo del vacío en mis pupilas, siento frío y me arropó con mis propios brazos haciendo una bola con mi cuerpo desnudo con ganas de gritar, con ganas de desgarrar el silencio que inunda mis oídos...
Pero no oigo más allá del débil crujir de los huesos que sobresalen ganando protagonismo a mi carne.

Nadie sabe realmente la fuerza que podemos tener cuando estamos apunto de irnos...
Yo lo sé y ya no me queda luz.

Lo siento... no pude hacer nada.