Había una vez un niño llamado Tito de siete años, siempre se la pasaba muy divertido y alegre corriendo por toda la casa.
Cuando su tío Ramón lo visitaba con su tía Ana, él se la pasaba contando sus divertidos chistes.
Igualmente sucedía cuando lo visitaban sus abuelos él era muy feliz siempre se la pasaba haciendo bromas y todo iba muy bien.
Hasta que un día todo cambio, Tito ya no quiso reír más, se la pasaba muy quieto y con la boca cerrada, su tío Ramón le pregunto si estaba enfermo y el solo hizo un gesto moviendo la cabeza diciendo que no.
El no respondía nada lo mismo pasaba cuando llegaban sus abuelos.
-Estás enfermo hijo- le pregunto su abuelo-
Y el solo movía su cabeza diciendo que no.
Pero que le estaba pasando se preguntaban sus padres, así que su madre decidió hablar con él.
Tito quiero que me digas que te está pasando hijo, porque ya no sonríes como antes.
Tito comenzó a llorar…
- Cálmate hijo. Le dijo su madre.
En ese momento Tito la miro y abrió su manito mostrándole su pequeño diente de leche, luego abrió su pequeña boca mostrándole el pequeño agujero que tenía.
Su madre se dio cuenta que Tito estaba perdiendo su primer diente de leche.
-Hijo eso es normal a todos los niños de tu edad se le caen los dientes de leche para que puedan salir los dientes más fuertes que te duraran toda la vida, si tú los cuidas claro.
-Mamá estás segura, no me estás diciendo mentiras.
-Claro que no, dijo su madre.
Más bien coloca tu diente debajo de tu almohada que vendrá esta noche a visitarte el hada de los dientes.
Y así lo hizo. Al siguiente día Tito se levantó muy contento corriendo por toda la casa con su moneda muy brillante de chocolate que le había dejado el hada de los dientes.
Finalmente cuando sus tíos y abuelos llegaron a visitarlo, Tito les pudo mostrar su hermosa sonrisa y ellos pudieron ver el diente que le faltaba y también les mostro su moneda brillante de chocolate que el hada de los dientes le había dejado.
FIN