Tu coche es no es tan veloz como el mío _le dijo Joaquín a su padre.
_Es verdad, pero el mío es un Peugeot 408.
_Sí, es una lata, que a 140 km por hora se te estrellará, y quedarás atrapado en ella.

Fue una discusión de lo más tonta, pero cada uno tenía acumulados años de silencio, incongruencias y culpas. Joaquín tenía ataques de pánico. Consultó al psiquiatra quien lo envió al psicólogo. Cuando éste le dijo el monto de sus honorarios, decidió que sus silencios estaban bien guardados.

_Cada uno se compra el auto que quiere, “para eso tiene dinero ahorrado, y sí, se trata de ostentar, y ejemplificar", pensó el padre de Joaquín.

No hacía falta hacer alarde, ya que con solo escucharlos, con sus voces estentóreas, alcanzaba para ensordecer a todos los que habitasen ese espacio y tiempo.
Joaquín, que era policía, cada vez que iba al trabajo transpiraba más de lo normal, creía que la gente lo perseguía, y tenía una taquicardia pertinaz, indiagnosticada. Poseía tres armas reglamentarias. Además estaba orgulloso de pertenecer a la policía metropolitana, para mantener el orden y la seguridad.

_De mi esperaron siempre más de lo que podía dar, siempre reclamándome más y más para enorgullecerse delante de sus amigo y de los hijos de sus amigos, todos médicos, futbolistas, anestesistas, y algún que otro hacendado, con campos de soja en La Pampa.
_Vos nunca me dejaste ir a un recital, le dijo de repente a su madre, Rosalía que tranquila comía un sandwich de miga, en ese instante.

_Como te voy a dejar ir a un evento de tal magnitud, imagínate lo que pasó con los Redonditos de Ricota, en Olavarría; hubo un muerto en el recital del Indio Solari.

_Pero yo tenía entonces 17 años, y podría haber corrido cuando comenzara el tumulto.

Joaquín tuvo una novia policía que lo abandonó tras nueve años de convivencia, aduciendo problemas de incompatibilidad.
Tiempo después supo que ella también tuvo algunos amores con otros sujetos, bohemios y artistas, que solo querían fama.

Nunca se habían llevado muy bien, el padre de Joaquín siempre trabajando, y dejando al cuidado de su esposa, la crianza de sus cuatro hijos varones, el cual mas revoltoso y travieso. Padre ausente, madre que ponía límites y gritos a diestra y siniestra.
Lo último que se escuchó fue:
_Vos tuviste la culpa de todo.
De pronto Joaquín se levantó de su asiento y sin medrar motivo aparente fue hasta el mueble alto y tomo su glock arma 9mm y disparó. Los que estábamos ahí nos tapamos los oídos, y luego del ensordecedor ruido, vimos azorados que el que había caído al suelo era su padre.
Ahí mismo nos dimos cuenta que cuanto guardáramos en el inconsciente en algún momento estalla definitivamente.