A pesar del insomnio, algunas madrugadas
son tan peculiarmente hermosas,
que te gustaría enamorarlas
para llevártelas contigo a la cama.

Después hacer con su recuerdo una medalla
y sentirla sobre tu pecho,
acariciarla cada vez que te haga falta,
que es casi siempre.

Tal vez sea Dios
que está contento en el cielo,
o tal vez sea la Tierra
que se detuvo a mirar lo bonita que es
frente a un espejo.

Una madrugada así,
dura lo que tiene que durar,
sin embargo es una lástima que a veces
sea tan poco.
Si no saliera el sol,
siento que hasta podríamos llorar, otra vez,
por ese amor que un día
se nos escapó de las manos.

No sé,
a pesar de lo linda que es,
presiento que a la madrugada
a veces
no le gusta hacer su trabajo.