Y el texto decía así.

" Cuando conocí a mi antagonista no sabía de la estrecha distancia entre el amor y el odio. Sé que es una frase trillada, pero el menos en aquel caso era así.
Con el tiempo, empezó- una vez casados- a ejercer una violencia psicológica constante y de las del tipo- tan sutil era- que no recogen los códigos penales más avanzados. Pero me sacaba de quicio. Posiblemente era debida a nuestra manera distinta de pensar y surgiera de manera espontánea avisando de que había llegado nuestro punto final. Es más, la vida me lo ha enseñado y lo que aparentemente es aviesa intención no pasa de incompatibilidad de caracteres. El caso era que ella siempre veía el perfil de los asuntos que uno odiaba. La botella estaba medio llena para ella, mientras uno la veía vacía- máxime cuando toda aquella discordia acababa, por sistema propio, por vaciarla. Pero había un momento en que los dos habríamos de haber visto la misma cosa- cuando el whisky pasaba por el centro. Momento que no se daba. Había una diferencia grave de mirada. Así que me deslicé al alcohol para crearla, pero, hete aquí, que ella no veía más que nefando vicio en aquella práctica. Mi medicina a sus ojos era droga. Y así, de tal manera, lo que pasaba era que se agriaran todavía más las relaciones. Unas relaciones que sin beber- ya lo hemos dicho- tampoco eran en nada satisfactorias. El negocio del alcohol se basa en ello. Hasta que uno se da la primera hostia con el coche, que parece, también, la inexorable consecuencia de todo este asunto que narro. Por lo que, en consecuencia, cuando se hace la nota de multa habría que saltarse el apartado etílico para poner directamente: "divergencias con la esposa"...