_¿Cierro el portón? le preguntaba el marido todas las noches.
_Cerrá, dale, le respondía, mientras para sus adentros se decía, para que quiero pies, si tengo alas para volar, como Frida Kalho.
_Cierro, porque los ladrones están de parabienes, acordate cuando nos robaron el Fiat 600 una navidad.
_Sí, sí, tenía razón, lo habían dejado abierto porque total quién iba a venir a robar... y en navidad.
Y así llegaron las navidades y los años nuevos. Para cuando se quisieron acordar, los niños habían crecido y ya ni siquiera tenían que cerrar el portón, pues estaban todos del lado de afuera.
Los gritos se consustanciaban en esa casa de techo de madera, que habíase construido muy de a poco, así como habían crecido sus hijos. La primogénita fue la primera en irse, sin siquiera avisar, ya tenía la valija afuera un día.
_ ¿Dónde vas a quedarte? Suplicaron sus padres, mientras ella muy oronda sujetaba la valija, como si alguien quisiera robársela.
_Me iré para no volver, como la canción.
_Pero no te olvides que siempre puedes volver a la casita de tus viejos, le dijeron.
Ella emprendió su trayecto, sin mirar nunca hacia atrás.
Sí, sí, cerrá. Una lágrima se ahogó en su garganta. Lo más importante que tenían ya les había sido robado.
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