Sobre una canoa
hecha de hojas secas
navegaré en tus otoños.
En una fría noche de invierno
me haré fantasmal aparición.
Burla risueña de lluvia invisible,
en el llanto de miles de gotas
seré tristeza de gris cemento.
En las frescas primaveras
te daré respiro enamorado,
y esconderé en las sombras
mis quejas


Seré la turbada ave
que migra al norte.
La de vetusto plumaje vistoso
que desafía la muerte.
La que tendida despierta,
un buen día, echada
sobre el agua escarchada.


A la fuerza de las aguas rojas,
me rendiré como náufrago agotado.
Aquellas que pintaron de furia mis ojos
y de golpes el braceo desordenado.
Y sé, que mientras me jalas de los pies,
estarás mirando mi rostro,
rendirse a la desesperación y al temor.
Serás la mano fuerte
que tapó mis ojos con dolor,
sin siquiera preguntar quién eras.
qué querías o de dónde venías,
porque sabías que eras
lo que yo quería.


Seguirás siendo el canto
en mi cabeza que no se acalla.
Los gritos atrapados
detrás de la muralla.
El niño que continúa
llorando sin consuelo.
La oscura soledad
que se viste de gala
para salir a bailar
de luz disfrazada.


Seguirás siendo los trozos
que se desprenden del alma
y se precipitan aplastando palabras.
El cuervo que espera
sobre la puerta, en el dintel,
graznando funesto destino
defecando sobre el blanco mantel.


El verso que escapa
con aliento alcohólico,
de una casa de putas.
El dulce canto melancólico
que duele en la garganta,
bailando entre piernas muertas
buscando recoger la vida suelta.


Reventado decepciones.
Forzando el sentir fuerte,
atado al cuerpo que se entregó
con intensidad a la muerte.
Un despertar apaleado
con confortable resaca.
¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya!
¡Vaya la suerte!