- Un cuerdo atrapado en la mente de un loco.

Pues empezamos bien- dijo Tomás- ante la contestación de nuestro primer candidato a suceder a Rebolledo. Defínete- le habíamos dicho.
( Hay que recordar al lector, que Rebolledo- nuestro compañero de piso de estudiantes- como consecuencia de un embarazo no deseado y cumplir como hombre, se casó con la encuestadora- que era una chica que apareció por el piso por casualidad.)
Ni que decir tiene que asistimos al casorio y en lugar muy principal se nos tuvo. Pero bueno, esto no es sustancial. El caso es que había que poner a otro en el puesto de nuestro compañero, so pena, en caso contrario, de tener que prorratear su ausencia entre los cuatro restantes si se querían dejar las cosas como estaban. Se votó y allí no se prorrateaba nada por muy bien que sonara tal concepto.
A tal fin sustitucional- como decíamos- nos presentamos en todas las facultades del campus con un mensajito que pegamos en sus respectivos tablones de anuncios.
Pues bien, fueron llegando.
Y el primero nos contestó de tal guisa, lo que imponía el oportuno "se pensará" o el "ya te llamaremos" u otras largas pertinentes e incluso improvisadas; pero allí, aparte de todo, también éramos un poco amantes de las paradojas y la curiosidad impidió que echáramos fuera a la primera a semejante sujeto.
Que luego se acopló muy bien, tras tenerlo un par de semanas a prueba, pues sus primeras palabras no eran demasiado alentadoras respecto a su estabilidad mental- como decíamos.
Además, por si lo anterior fuera poco, hacía unas salsas de rechupete. Era sacrificar su pericia culinaria o entendernos con un majara, y optamos por esta segunda opción, pues aquellas salsas al orégano tenían una fuerza incontestable.
El hombre andaba con sus psicologías por allí, pero cuando llegaba la hora de comer dábamos por bien empleado haber dado alojamiento a un orate.
Que no era tampoco tal, pues como él decía, era un hombre profundamente cuerdo que resultaba loco, paradójicamente, por pecar de tal.