La conocí entre el cielo y el mar.
De sus labios caían epopeyas
Y su reír cantaba los ideales
Que mi espíritu adoraba recordar.

Iba vestida de cuervo,
Pero me dijo que sabía cantar como ruiseñor.
No le pedí que adornara el viento
Porque temía dormir en las profundidades del océano
Junto a la tripulación de Odiseo.

Como un río guardé todas sus memorias,
Perdiéndome a veces en el laberinto de su alma,
Tan soñadora, tan sublime, tan inexperta.
¡Cómo invadió todo mi ocaso!

Dormir es tormenta desde que la conocí,
Vivir me pesa como un martes,
Y es un amor tan prohibido,
Tan torbellino
Como Cleopatra y Marco Antonio.

Hoy tengo que caminar con este zahir,
Que mientras más clama olvido,
Más golpea el torbellino;
Pero sonreiré cada vez
Que el sol se estrelle contra el mar,
Y exista un viajero
Que se desvele en la ventana
Adorando el camino que nos aguarda.

Nos volveremos a encontrar.