Quizá alguien pudo saberlo. Saber que cuarenta años después, sería una puerta hacía una libertad ansiada, pintada de canciones que son paisajes comunes, en los que hay huellas puras que aun alimentan los soles. Hay un cielo azul que es techo natural de las montañas que siempre han velado los sueños que soñaron ser compartidos. Llega el aroma de un andar, de una mañana cualquiera en las que sus pasos eran un pensamiento en otro lugar, las voces viajaban por el silencio hasta llegar al sur, donde entraban por la noche como agua fresca, y hacían encender la imaginación de momentos sin tiempo; como la tarde en la que tibieza hizo pensar en la posibilidad de la felicidad.