brillaba la tarde... un sol que ardía en mis ojos se hizo poco menos que hermosa... no soporté tanta luz... busqué la oscuridad y el silencio y encontré algo parecido a el descanso...
salí de casa... puse unas monedas sobre una mesa vacía y esperé... un niño miró las monedas... luego vino una señora, cogió al niño y noté que sus ojos anhelaban coger las brillantes monedas... un ave empezó a picotearlas, luego una que otra hormiga, mosca se paseó por su lado... al cabo de un rato me alejé... vi una luna hermosa... sin darme cuenta se había terminado el día... y la luna era brillante como la moneda que puse sobre aquella mesa vacía...
entré a un bar y pedí una cerveza helada... dos chicas de no más de treinta años me miraban... me extrañó pues, no soy apuesto ni joven... ya bastante mayor como para que me miren chicas hermosas y jóvenes... pensé que miraban a alguien detrás de mí... y vi a un hombre mucho mayor que yo... terminé la cerveza, pagué y salí a la calle... caminé bastante... me gusta a soledad...
llegué a una esquina y habían pocas luces, sentí el frío temor al devenir... dos muchachos se pararon frente a mí... uno de ellos me cogió por el cuello y el otro empezó a arrancar todo aquello que valía en mis bolsillos... me dejé estar y empecé a reír... se detuvieron... y luego de coger todo cuanto poseía, me soltaron... pude ver el brillo de sus ojos, y era un brillo como las monedas y la luna que aún brillaba en las alturas...
quedé tirado en el piso y seguí mirando la luna... cerré los ojos y sentí que la oscuridad empezó a brillar... una nube como un pedazo de algodón empezó a acercarse desde dentro de mi ser hasta llegar a mí... fue hermoso... estaba frente a mi esencia y esta era tan pacífica y bella... supe que estaba muriendo o despertando... no lo supe... jamás... desperté a una eternidad llamada presente y esta mojaba cada instante que respiraba... y era tan brillante como la moneda que dejé sobre una mesa vacía...