Divisarla en el jardín meciéndose sobre el limonero fue todo un evento. Con movimientos gatunos y cámara en ristre buscamos posiciones que de algún modo nos invisibilizaran de sus ojillos nerviosos. Disparé varias veces rogando que el precioso sujeto no encontrara motivos para la alarma y se fugara de nuestras expectativas. Acaso ella, suponiendo que fuese ella, cobijaba bajo sus plumas algún atisbo de coquetería, puesto que cual modelo de aquellas revistas de papel couché, nos lució su frente, destacándose su pecho rojizo, su perfil egregio y su popa jaspeada. Una belleza digna de señalarse, en contraste con los rutinarios zorzales y gorriones, comensales de semillas y gusanos de nuestro jardín.
Terminada la sesión fotográfica y ya perdiéndose veloz la avecilla hacia rumbo incierto, nos dirigimos ansiosos a consultar su identidad en el sabelotodo internet. Concluimos que se trataba de una loica, pajarillo paseriforme de la familia Icteridae, que es propia del Cono sur sudamericano. Una criatura errante que incursiona en plena ciudad, para relamida de gatos y admiración de quienes amamos a los animales sin excepción.
Acaso mañana revolotee una vez más delante de nuestros ojos y alguien diga que esa avecilla nos visita para bendecirnos y para traer quietud y bienestar a nuestro hogar. Demasiada carga para tan frágil ser, que ya nos regaló gratísimos instantes con su sola presencia.