Con esto de la nueva normalidad, llegó el autocine a capital. Para empezar a salir y vivir la experiencia, saque la entrada para ir con mi novia. No hay mucha posibilidad de elección de películas pero…queríamos vivir la experiencia.
Lo primero que se nos vino a la cabeza, son esas películas yanquis, dónde el autocine es un lugar abierto, estrellas por doquier, una pareja adolescente en su primera salida y Zaz.....el peligro inminente de un animal gigante que siembra el terror en ese pueblo.
El autocine argentino y en Caba, dista mucho de lo que pasa en esas películas. Al ingresar te toman la temperatura, te piden el barbijo e ingresas en el predio. El camino está señalizado cómo si fuera la pista de una fórmula uno, dónde cada 10 metros alguien te detiene para confirmar que vos SOS vos, el mismo que sacaste la entrada y menos el DNI, te piden de todo. Lo más importante es que te dan el menú para que la gente de pedido ya, te lo entregue en el playón, 15 metros más adelante.
Una vez que un acomodador determina el lugar en el cual vas a estacionar para ver la película, por orden de llegada, apagas el auto y esperas. Te recomiendan que te quedes dentro del auto salvo para ir al baño, pero como somos argentinos, todos estacionan y van al baño....o sea parecía un desfile en esos prohibidos espacios comunes. A eso súmale que en ese momento, los que habían pedido su comida, te entregan tu pedido en el auto señalado.
Cabe aclarar que el cielo no se veía, que los autos estaban dispuestos dentro de un estacionamiento cubierto. Las posiciones de los autos estaban marcadas por conitos similares a los que usa la policía en los operativos y el aire libre quedaba en el imaginario común.
La pantalla se enciende, la emoción va en aumento y además de tener 5 publicidades que se repetían constantemente durante 20 minutos, el sonido de la película se escuchaba sintonizando un dial en la radio del auto. No había parlantes en el predio.
Pasados 10 minutos mas, se apagan las luces del predio… emoción al éxtasis… mientras en la pantalla repiten, una vez mas, las publicidades…ansiedad y la ofuscación…luego empieza la película y con el comienzo....la emoción vuelve.
Yo me puse cómodo, habíamos llevado algo para tomar y picar, la cena fue en casa. La comodidad del asiento duro lo que duró la publicidad, 5 minutos. Los cachetes del culo empezaban a acalambrarse por lo cual cambiaba de posición al ritmo de la entrega de los pedidos de pedido ya, linterna mediante para no equivocarse de auto. Una especie de vendedor de maní y chocolate de los cines, pero en la época de las aplicaciones. Me saque las zapatillas y ahí empecé a sentir toda la mugre que estaba en la alfombra del auto, además de querer meter los pies entre los pedales del mismo, pero no entraban. La incomodidad y el mal humor iban en aumento. El asiento del auto, dista mucho de la comodidad de los asientos del cine o de los asientos de los micros de larga distancia. Y para peor, al querer hacerte el romántico para agarrar la mano de tu chica o apoyar la cabeza en su hombro, quedaba a 2 Km. de distancia x lo cual la tortícolis que te genera es peor que la película.
Por desgracia, el horario de la película era tarde y el cansancio ya se notaba. El malestar y la incomodidad seguían en aumento. La película seguía rodando y tu concentración, iba y venia.
Además para poder escuchar la película, el auto tenía que estar en contacto, para que funcionara el stereo. Así que había autos, cómo el mío, que cada tanto para seguir escuchando la película, tenías que ponerlo en marcha un rato porque sino o te quedabas sin batería o se apagaba la radio cómo respuesta inteligente del auto para no gastar energía. O sea que cada tanto, se escuchaban los ruidos de los motores que prenden y apagan como Sergio Lapegue conjuntamente con las luces de algunos autos que se prendían instantáneamente y desde el stéreo, el sonido de la película hacía una rara interferencia. También en algunos casos, el sonido quedaba mudo, porque se apagaba la radio de manera inteligente. Ahí te quedabas con la frase a medio decir.
Por suerte la película era,.....mala, por lo cual la incomodidad del asiento, el cansancio y el mal humor iba creciendo a medida que pasaba la película.
Una vez terminada la misma y al prender las luces del predio, todos salimos como si estuviéramos en la última curva de la carrera, con el miedo de chocar entre nosotros, pero con el objetivo de salir de ahí lo más rápido posible.
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