Su carácter reflejaba el espacio en donde se manifestaban sus creencias. Enjuiciar era cómo mantener todo dentro de los límites de lo bueno y lo malo.

La autocrítica era más de lo mismo, y sus relaciones estaban teñidas por los colores de todas estas percepciones.

Sí algo sabía era que ya no quería seguir así.

Tal vez, cansada del sonido de esta música en su cabeza, un día hizo una pausa.

Se sentó con sus ojos brillosos en el banco del parque frente al lago.

Fue un instante de silencio en el que solo estuvo allí, plenamente.

Inspiró, expiró. El tiempo se detuvo. Contempló a su alrededor y se permitió sentir.

Pareció que hasta se olvidaba de si misma. Los límites entre ella y su entorno, o entre ella y los demás seres se difuminaban.

Algo nuevo se abrió en su percepción y no sabía cómo describirlo pero le agradaba cómo se sentía.

De alguna forma supo que aquello era algo digno de ser explorado.



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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 18/10/2020.