En este triste año, mundialmente afectado por la pandemia, la iglesia católica que está en la esquina de mi calle recibe muchos feligreses en lamentable estado, muchos de ellos hambrientos, marginados y segregados por la comunidad. No sé por cual impedimento no logran escalar en el estamento de esta sociedad ¿Qué, acaso no saben trabajar, labrar la tierra?
Yo tengo una modesta heredad de mis padres, está justo enfrente. Ellos fueron muy católicos, y decidieron construir aquí cerca de ese lugar sagrado donde habita nuestro señor Jesucristo, mientras ellos están desparramados en los cordones, en las veredas, con sus críos gritando, chillando, hambrientos, hay una mamadera con un líquido oscuro. Creo que es Coca Cola ¡Cuánta imbecilidad!
Ahí se acerca alguien trastabillando, en ojotas o alpargatas, no sé bien, yo corro, corro, con mis pies enfundados en zapatos de gamuza azul, y cierro la puerta, luego espió por la mirilla, esperado que no me haya visto entrar. |