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tengo un negocio de pastelería y tengo un mercado pequeño en este pueblo donde, como todo mundo sabe, el dulce gusta mucho...
uno de los insumos más importantes son los huevos... y he allí el personaje de mi historia...
le conocí por más de veinte años... y durante todo el tiempo notaba que sus manos eran grandes como los guantes de un peleador... era moreno este personaje que todos conocían como el huevero... le reconocía por su olor a gallinero y cuando llegaba podía apreciar una que otra pluma en su enorme cuerpo... era un tipo enorme y de fuerza acorde a su tamaño... su piel era del color de una aceituna y sus ojos y dientes albos contrastaban con el color de su piel... le veía una vez por semana y la paga era al contado...
todo negocio tiene sus subidas y bajadas... por mi lado sucedió lo mismo, pero, en una de esas bajadas, la subida se me hizo imposible... las deudas eran el doble del tamaño de pastelería y mis esperanzas flaqueaban como esas banderas arañadas luego de una batalla sangrienta... el personal de la empresa se iba lentamente una vez pagada su triste liquidación... estaba cerca del abismo pero soy de esas personas que sus sueños son más grandes que la realidad... aunque esta tocara mis tripas, los sueños eran como el alcohol que bañan la realidad de belleza y alegría mientras dure la magia del ebrio... pero, ya con tan solo dos obreros, decidí seguir cuesta arriba...
mientras tanto, hubo un solo proveedor que jamás me abandonó... pude ver en el brillo de sus ojos un aire de comprensión y bondad, que me hizo sentir fuerzas por salir adelante... y con el tiempo, pude salir adelante... entendí que la bajada fue enorme pero la salida fue como esos amaneceres o despertares dorados que impregnan en la vida esos aires a paz, eternidad...
ya puesto en línea, me hice amigo de este hombre bueno... que tuvo la gentileza de prestar dinero para el pago de diferentes obligaciones que tuvo la empresa... aun así, este huevero jamás dejó su laburo por nada... y ya casi bordeaba los ochenta... nuestras charlas se hicieron largas... supe que tenía cuatro hijos y una mujer pequeña y de mal genio, pero celosa hasta de su propio laburo... el huevero no era mal hombre, pero si muy terco en las cosas en que entendía... leía poco, pero escuchaba menos... era todo un corazón andando...
una mañana en que tuve una fuerte venta, le llamé y le pagué hasta el último real... sorprendido su rostro cambió... no me hablaba ni menos escuchaba, tan solo entregaba sus huevos frescos y cobraba, luego se iba con sus plumas de pollo y su aroma a maíz y estiércol de pollo...
el negocio había crecido... llamé a otros proveedores con quien hablaba menos pues entendí que para los negocios el tiempo es importante y no se puede desperdiciar en charlas buenas o malas... y, que todo tiene su tiempo... al huevero no le veía casi nunca hasta que un día no le vi más... pregunté por él y me dijeron que estaba enfermo... el corazón... el corazón... ese bicho es extraño pues no es un órgano ni un músculo... es una especie de ser que palpita en cada bocanada de aire que entra y sale por nuestra vida... y fue por ello que empecé a buscarle... lo encontré en su casa... tenía una casa pequeña y pintada de color blanco, hasta las puertas y bordes de ventana... a su lado bordeaban cajas y cajas de madera de huevos... cartones y cartones y ese aroma a pollo y estiércol de pollo me hizo sonreír... toqué la puerta y una pequeña mujer abrió la puerta... le dije que era un conocido del huevero el cual jamás supe su nombre... "Pedro", dijo la mujer, se llama Pedro... me disculpé y la mujer desconfiada entró a un pequeño cuarto y luego me dijo que esperase que Pedro saldría...
me senté en uno de los viejos y polvorientos sillones y esperé... al rato salió el huevero... usaba un bastón... y, le faltaba una pierna... me saludó y agradeció la visita, me invitó un café y hablamos de la vida, de la música, del trabajo y de las subidas y bajadas de todo negocio... y que admiraba la fuerza que tuve por seguir adelante, y fue eso lo que le hizo seguir luchando contra una terrible enfermedad que le hizo sacarse un pedazo de pierna... "ya estoy mejor", dijo... y muy pronto se hará una prótesis para seguir laborando... pues sin el laburo el sentía que se moría... entiendo, le dije... y que le esperaba a que fuera a la fábrica... gracias, me dijo... de nada, respondí... me levanté y me acompañó hasta la puerta de su casa... salí y en mi corazón supe que jamás lo volvería a ver... respiré profundo y supe que la vida se lleva a los mejores y peores momentos de la existencia... y, seguí adelante con unas lágrimas en los ojos pues el corazón es ajeno a todo sentimiento, tan solo se halla cuando encuentra otro corazón sediento de amor verdadero...

Texto agregado el 11-10-2020, y leído por 156 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-10-2020 Lineas sencillas que logran enternecer...gracias por compartirlas, Shalom colega de la pluma Abunayelma
 
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