Frida paso a la inmortalidad en el año 1954. No sabe a ciencia cierta, que la condujo a averiguar acerca de su vida. Sus amores, temores y vivencias. Solo leyó de forma fugaz su crítico estado físico, resultado de ser atropellada por un tranvía, en su ciudad natal a corta edad. De allí múltiples intervenciones quirúrgicas, dieron lugar al fulgor de esa pintora, que al estar postrada en su cama, tomó el pincel y utilizando el lienzo para hacer catarsis de su dolor, logró transmutarse y peregrinar a otros mundos menos dolorosos y más felices.
¿Por qué hay tanta calavera dando vueltas? ¿Tanta sangre, tanto dolor físico expuesto, tanto espejo? ¿Todo es un lucro?
Hasta el día de los muertos. Hasta esa Frida que ya postrada es llevada en su cama, por las calles, para ser admirada y venerada.
¿Hay que tener pasión para exponerse así en la vida?
Para lograr que aun sesenta y cinco años después de su muerte se la recuerde en posters, y que las niñas de nueve años tomen su figura como un icono a emular, sin siquiera saber sus verdaderas realidades.
Ella pasa por la vereda, donde hay un poster que lee:
“Pies para que los quiero si tengo alas para volar”