Desde la cúspide piramidal del adorno que yace en tu escritorio hasta la marca de tus dedos en la aguja que acabas de hilar hay un universo infinito por explorar y lo veo, lo siento y existo como un animal que evoluciona desde el vientre al exterminio en la línea de su vida hasta su final.

Como ese brillo de media tarde en el mar, regocijante y poderoso al reconocer que tus ojos se adhieren a él como las sonrisas a tu cara y al saber de esta verdad también infinita, que corre en las mañanas de sueño en sueño, saltando de tu mente a tus palabras a la velocidad de la luz cuando me la narras entre bostezos irrepetibles de lo cotidiano y al abrir las sábanas al sol y nuestro mundo sostenido por un colchón y 8 patas de madera como aquel Atlas.

El universo se expande y la energía fluye desvelándome de sentimientos y como muchas veces la gravedad hace que algunas palabras se enciendan entre nebulosas y estrellas activando las más poderosas supernovas que mis dedos pueden crear.

Amar es un enorme Big Bang en la ciencia que encierra este lugar. Y las risas son el producto de alguna fisión nuclear en el centro de algún ardiente pulsar, lanzando carcajadas a través del espacio que abraza las constelaciones más observadas que la humanidad ha visto jamás.

Tu poderoso nombre lo dice todo.

Eres el principio y lo primero de toda la creación en este universo que navego al cual llamo hogar.