Y fue ahí, en esa absoluta oscuridad, donde sin saber la hora ni la fecha que sentí su calidez, tendidos nuestros desnudos cuerpos, uno frente al otro en intermitentes descansos de profundo sueño y delirios de lujuria, cuando sentí su brazo rodeando mi espalda y pegándome hacía su pecho, en un estrecho abrazo que erizó nuevamente mi piel y con el único sonido de su respiración, ¡sí! fue ahí cuando pude entender su lenguaje, en su pausado latido que encontré sentido a la palabra: conexión.

Y cerrando mis ojos me aferré a él, sintiendo como nunca que todos los silencios tenían por fin cabida en mi diccionario y su traducción no era tan compleja como había pensado. Devolviéndome a las formas básicas del lenguaje, cuando las primeras expresiones son a través del tacto y entonces comprendí que vale la pena seguirlo explorando.

Quizá encuentre más palabras ocultas que me sigan estremeciendo el alma.