Ayyy, pero qué ardor despertó en ella conocer a ese hombre...!
Gracias al cielo que llamó el service contratado para solucionar el arreglo de cualquier desperfecto de su casa. Hacía tiempo que las cañerías de la cocina perdían agua. También salía agua de la rejilla en el lavadero, cosa que no debería suceder de estar todo bien. Estaba también el tema de varios cueritos de canillas que perdían y según el Feng Shui, para tener bienes materiales, no tenía que existir en su casa ninguna pérdida de agua. Llamó entonces a la Empresa, decidida de una vez por todas a solucionar esos problemas, y por suerte lo mandaron a Él. Qué hombre por amor de Dios! Alto y fuerte como pocos. Bien varonil, con una musculatura que resaltaba pese a su ropa sencilla de obrero.
Pensó que era una suerte el estar recién bañada, se encontraba perfumada y fresca pese al calor. Le indicó las cosas por hacer, y quedó cerca observándolo trabajar. Mientras más se le acercaba, mejor podía admirar su cuerpo y saborear el aroma que se desprendía al estar sudoroso, hacía tiempo que no aspiraba el olor de un hombre bien macho. Miraba cómo se le movían los músculos bajo la piel morena y lustrosa, era admirable el cuerpo de un hombre joven y sano. Cuando le habló preguntando qué otras cosas debía arreglar, la sacó un poco de su ensueño y entonces le mostró el lavadero, mientras pensaba que hasta su voz era hermosa. Tenía un timbre varonil, de hombre recio, pero con un dejo de amable delicadeza que la conmovió. De pronto el hombre la miró de frente para consultarle una nimiedad y ella se quedó por poco sin habla, es que apenas se había percatado de sus ojos rabiosamente azules, con destellos dorados que a la luz resaltaban como joyas en su rostro aceitunado. Pero ese hombre iba a ser su perdición, no podía ser tan guapo.
Ella era todavía bastante joven y hacía tiempo, mucho tiempo, que no hacía el amor con alguien. Creyó por poco que no se iba a acordar de cómo hacerlo. Imaginó la alcoba con las cortinas corridas, las persianas bajas por el calor y el suave ronroneo del aire acondicionado refrescando el ambiente. Las sábanas floreadas, bien limpias y perfumadas, en suma, parecía estar todo dispuesto para consumar el amor.
Él le explicaba el porqué salía agua de la rejilla, y ella lo oía sin escuchar realmente, sólo mirándolo, absorbiéndolo por todos los poros. Era difícil no darse cuenta de lo que la mujer pensaba, y el hombre no dejaba de ser hombre. Así que poco después de terminar los arreglos y verificar que todo funcionase a la perfección, se encontraron tomando una cervecita helada, una cosa llevó a la otra y ambos se unieron en un beso ardiente.
Tanto y tan bien se hallaron, que ni tuvieron tiempo de ir al dormitorio. Rodaron por el piso de cerámica de la cocina, abrazados en un interminable acto de amor, donde la plenitud de él la completó por completo, los jugos se mezclaron y la mujer sintió un goce infinito, culminando ambos plenamente satisfechos. Ella se sintió mejor que en años, y remoloneó más tarde como una gata en la cama.
Sólo la molestó despertando del todo, el sonido de las campanas del Convento a las seis de la mañana. Se levantó e hizo la cama aún húmeda de la celda, vistiendo más tarde sus hábitos de monja.
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