T ras repasar cada palabra de Julia tuvo un presentimiento, fue eso que él llama una señal. Aquello tan simple que pasa ante nuestros ojos y no nos damos cuenta. Fue cuando quiso encender otro cigarrillo y maldijo al ver que su caja estaba vacía, como no se dio cuenta antes se dijo. Pensó en ella, seguramente muy dentro suyo siempre supo que solo aquella mujer podía revelar todos los misterios, aquella mujer que había llegado un día a Santa Catalina y había decidido quedarse para saber.
Despertó a su asistente con fuertes golpes en la puerta, este salió tan dormido como despeinando con los anteojos en sus manos, un abrigo sobre el piyama que no pudo cambiar y a salir en medio de la noche.
- ¡Vamos chico, vamos a buscar a don Cayetano!
- ¡Al viejo! ¿Para qué?
-Tú lo has dicho, porque es viejo.
Otro que salió con las sabanas pegadas, sorprendido pregunto a donde iban y para qué.
-Don Cayetano llévenos al cementerio
- ¡A esta hora ¡-dijo su asistente
- ¡Para que si se puede saber! Dijo el viejo
-Usted no haga tantas preguntas y haga lo que le digo. ¿Tiene una pala?
-Si, si tengo
-Tráigala hombre lo esperamos aquí.¡A y si es de punta mejor!
- ¡Ah no! Si piensa desenterrar un muertito conmigo no cuente y menos si es quien estoy pensando. - dijo Julio que no dejaba de moverse de los nervios que tenía.
--¡No me digas que le temes a los muertos! Es a los vivos a quien les debes temer muchacho.
-¡Aquí tiene inspector, espero le sirva!
-Bien vamos.
Cavaban un rato cada uno, mientras, los otros vigilaban, aunque, en ese cementerio de pueblo el cuidador seguro estaba profundamente dormido.
Julio transpiraba cada vez que daba una palada, estaba aterrado y miraba de tanto en tanto para ambos lados.
Fue cuando le tocó el turno a Sáenz una vez más, que escucharon aquella voz que los hiso sobresaltar a los tres.
- ¡Bingo inspector Sáenz! ¿Qué piensa encontrar allí?
-¡Carlitos El Camaleón! Tremendo hijo de puta ¿Qué haces aquí? te creí bien lejos.
El pordiosero se acercó más a los hombres, el extraño personaje que deambulaba por el pueblo, estaba allí.
-Yo estoy en todas partes.
-¡A mira tú! y ahora eres un vagabundo.
-Un inofensivo pordiosero diría yo, que me permitió llegar a donde los viejos carcamanes como tú no pueden llegar ja ja
-¡Maldito Camaleón! siempre mofándote de mí ¿Y, qué has logrado saber?
-Primero abre esa tumba y si es lo que estamos pensando Julia Iriarte está en grave peligro en estos momentos.
-¡A que tú la conoces también!
-Mucho más que tú. La protegí todo este tiempo, cuando una noche la rescate de su casa antes que la encierren en un loquero.
-¡Estaba contigo! ¿Mientras que yo la buscaba?
-Así es, la asesina de Ordoñez, bueno, a según tu y según lo que encuentres en esa tumba.
Después de tanto cavar, mientras su amigo el Camaleón sonriendo, fumaba un cigarro sentado en la tumba de al lado, con mucho esfuerzo sacaron el cajón
Entonces al sacar la tapa a la que terminaron rompiendo, era tanto el olor que salía de allí que los cuatro vomitaron hasta el alma.
-¡A viejo! ¿Qué esperabas encontrar, la caja vacía? ¡Qué asco! -dijo el Camaleón
-¡Hubiera jurado que no había nada!- decepcionado Sáenz
-¡No te pongas mal viejo, quien sea que este allí nos está matando con el olor!.
-¿Y a ti como te fue? descubriste algo ?decía el inspector entre arcada y arcada.
-¡Armas y muchas!
-¡Ah mierda, me estas jodiendo!
-¡No! Sabes que no te diría una cosa así, si no fuera verdad.
-¡Hijos de puta! Con que esa tenía los Colman.
-Mejor guardemos esto inspector ?dijo Julito
-¿Es tu asistente?
-Sí, es un buen chico
-¿Creía que Ordoñez podía estar vivo? ?fue don Cayetano quien pregunto esta vez.
-Si viejo, eso creía.
CONTINUARA
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