EL HOTEL
Un matrimonio sin hijos, ya cerca de la mediana edad, tuvieron la suerte de heredar de un tío lejano una mansión con abundantes cuartos. Muy contentos pensaron en convertirlo en hotel, remodelaron cada habitación con sus respectivos servicios, baños, teléfonos, etcétera.
Poco después de la inauguración llegó el primer huésped, un mocetón joven y que dijo ser representante viajero de medicinas. Con beneplácito del dueño, el joven sacó un rollo de billetes sujetos con una liga gruesa, de inmediato pagó en efectivo. Le dieron la mejor habitación en el último piso.
A media noche, ya los señores en la cama, oyeron el timbre del teléfono, era el huésped:
—¿Qué se le ofrece? —preguntó el hotelero. Se volteó y le dijo a su mujer: “este señor quiere una mujer”.
—Qué se ha creído este patán —dijo la hotelera—, este negocio es decente Voy a verlo para ponerlo en su lugar —se levantó y echa una furia salió del cuarto.
Pasó el tiempo, que al marido se le hizo eterno. Llegó la esposa, desgreñada, con el camisón roto y en el cuello a manera de chal. En eso se oye de nuevo el timbre del teléfono, era el huésped que dijo:
—Óyeme cabrón, nomás porque estaba muy cachondo, pero, para la siguiente vez no me mandes a una vieja fea y brava.
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