Poema
La petite mort
Después de largos meses
la humanidad se libera del opresor virulento
y trata de olvidar las inhumanas cuarentenas.
En las calles…
miles, ensimismados caminan.
En el crepúsculo…
dos caminantes se miran…
hombre y mujer, mutua atracción…
En el horizonte…
se dibuja un temporal
de lluvia, de viento, también de deseo.
En la penumbra de un cuarto…
un hombre… una mujer…
ávidos de piel, caricias, besos… pasión.
En la cama, sábanas negras…
un espejo iluminado observa,
tanto mujer, como hombre, se despojan
de sedas, lanas y algodón.
En las sábanas dos cuerpos se buscan,
las pieles, cual polos opuestos, se atraen,
una, blanca perlada de húmedas ansias,
la otra, morena palpitante y caliente.
Caricias incitantes, húmedas ansias,
susurros en presente conjugan el verbo desear.
Un brinco animal, abrazo candente,
temblor desenfrenado de músculo y piel.
Es la llamada de géneros y la cópula de la especie.
Al compás de quejidos de hembra excitada
y gritos guturales de macho espoleado,
Hombre y Mujer… ambos en abrazo carnal…
………………..
Amanece, arreboles en el este…
en el horizonte el mar es calmo…
en la aurora germina la luz.
La furia del viento se ha tornado brisa
y en la cama dos cuerpos complacidos,
yacen jadeantes, mojados y exhaustos…
…en aparente agonía esperando… ¿Morir?
¡No! ¡No, de ninguna manera, no!
Sólo son dos seres liberados de toda opresión
y con el placer consumado del deseo contenido.
Mientras él, complacido la observa extasiado…
ella disfruta el dulzor del éxtasis de «La Petite Mort»
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