Pasaba su mano sobre la mesa
en la madera negra de Jacarandá,
y habituada a seguir su veta
iba y venía marcando los años,
gastando la piel.
No había más que pobrezas,
no existía ya su madera,
y en el sopor de su palma desnuda
se quedaba a la sombra,
moría despierta.
Del surco que se hizo en el árbol
y del grito lanzado su tronco,
no supo hacha y menos hombre,
no hubo mujer rasguñando esa mesa.
Texto agregado el 20-09-2020, y leído por 207
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Lectores Opinan
21-09-2020
¡¡MUY BUENO!! Corto y conciso. Abrazotes amigaza Abunayelma
21-09-2020
No estaba todo perdido...tenía aún cinco sentidos....gozar hay que de lo tenido...semtimientos no están idos...Inspiradas son tus estrofas....ideas en tu mente alojas. za-lac-fay33