Nos abrazó el terror y la desesperanza,
la noche oscura, más oscura que la muerte,
ansiedad que crece mientras las horas pasan,
alárguense las horas, angustiando la mente.
Imponentes y torpes ante bestial tormenta,
que arrasando a su antojo, dejará su huella.
Sin nada que la dome, la venza o la detenga,
y ni cuerdo o loco, ose enfrentarse a ella.
Por un momento, todos, como las sabandijas,
ocultos y metidos en nuestras madrigueras,
inseguros, nerviosos, mirando por hendijas,
temiendo cuando fallen nuestras tormenteras.
Y los vientos llegaron, y la lluvia, sin pena,
corrieron a torrentes, esculpiendo la tierra,
arrancaron los árboles, borraron las veredas,
dejando a la intemperie las miserias ajenas.
En furia irracional, el viento tormentoso,
destechó las casitas, rabioso y vengativo,
golpeando sin pena el gigante monstruoso,
quemó todo a su paso por el vegetativo.
Quedaron al desnudo las vergüenzas ocultas,
por el aire volaron las realidades vanas,
las que nos igualan camino a la tumba,
minado asi el orgullo, la vanidad, y las ganas.
Solamente la Luna, resplandecía de noche.
Cucubanos coquetos de su luz me hacían fiero,
y los mas asustados, se volvieron fantoches,
huyendo de las sombras haciéndose viajeros.
Angustias, impotencia, la muerte y lo inservible.
sin fe para apoyarse, la pena que nos mata,
esta oscuridad inmensa que nos hizo invisible,
y de un día para otro nos borraron del mapa.
Una lección de vida, un tatuaje en el alma
pasa de mi este caliz del tiempo que me quede,
de lo poco que somos, cuando Madre Tierra habla,
y su furiosa respuesta, cuando el hombre la agrede.
LEMoya, 2018
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